Revista Nacional de Agricultura
Edición 1062 – Septiembre 2025

Fotografía Presidente de la SAC - Jorge Bedoya

Colombia, uno de los países más biodiversos del mundo, enfrenta el reto de articular su riqueza natural con el sector agropecuario, un pilar fundamental para la seguridad alimentaria y el desarrollo sostenible. Pero, ¿cómo se entrelazan estos dos mundos? La respuesta está en entender la profunda dependencia del agro de los ecosistemas, un vínculo que va mucho más allá de las plantas de cultivo.

Según Ciromar Lemus, biologo y docente de la U.D.C.A., este vínculo tiene dos enfoques: el papel de los organismos en la regulación de cultivos, y el valor del patrimonio biológico. «Creo que ahí hay una relación muy estrecha, porque la mayoría, y podría decir todos los cultivos, requieren de algunos insectos. Entonces hay una interacción ecológica, pero más allá de biodiversidad». La presencia de insectos, aves y otras especies en el campo no es una casualidad, es parte de un equilibrio que garantiza la salud del ecosistema agrícola.

“Ecosistémicamente, se debe mantener un equilibrio. Y ese equilibrio está dado no solamente con las plantas de cultivos. Muchas plantas que encontramos en la zona de potreros, en las fincas, o en el monte como le dicen popularmente, son especies que cumplen un papel fundamental allí”, aseguró.

Para entender la importancia de este equilibrio, es necesario entender la biodiversidad es como un juego de cartas, en el que cada especie, desde el insecto más pequeño hasta el árbol más grande, es una de ellas. Si se quita una sola la pirámide se desestabiliza.

“Perder una especie es generar un desequilibrio. A veces incluso es interesante analizar la biodiversidad, imagínenselo ustedes como un juego de cartas en las que armamos una pirámide y cada carta es un animalito, una planta. Y en la parte superior de ese juego de cartas está el hombre con toda su actividad económica, agrícola y cultural. Si quitamos una de las cartas de abajo, empieza a desestabilizarse y se viene todo a tierra, como dicen por ahí”, añadió.

La pérdida de una especie no es un evento aislado; es la interrupción de una cadena vital. «Perder una especie puede ser cortar una cadena alimenticia, puede ser cortar un flujo frente a las dinámicas de funciones de nicho», explica Lemus. Este desequilibrio no solo afecta a los animales, sino a la producción agrícola misma. Ante este panorama, es crucial abordar las amenazas que se ciernen sobre la biodiversidad, siendo las especies invasoras y el cambio climático dos de las más urgentes.

El reto de las especies invasoras

Para proteger las especies nativas y endémicas, la primera acción es el conocimiento. «Lo interesante aquí es conocer nuestra biodiversidad. Tenemos que ser insistentes en que para preservar, para conservar, debo conocer», aseguró. Las especies invasoras son uno de los cinco motores principales de pérdida de biodiversidad y su introducción, ya sea intencional o fortuita, requiere planes de manejo y control que prioricen las especies autóctonas.

El cambio climático es otro de los motores de pérdida de la biodiversidad, asociado directamente al cambio en el uso del suelo y del territorio. Según Lemus, si se conservan los bosques y las especies nativas, se garantiza el intercambio de CO2 y se mantiene la variabilidad climática. «El deforestar, el irnos a extender en la frontera agrícola, sin control, sin manejo sostenible, nos va a generar ciertos inconvenientes y problemas de tipo climático».

La biodiversidad, insiste el profesor, no es algo externo, es un concepto que abarca tres niveles: el individuo como especie, su potencial genético y los ecosistemas. «A veces cuando hablamos de biodiversidad pensamos solamente en la fauna y en la flora. No, es la integralidad y el espacio, el biotopo, la zona como tal». La clave está en aprender cómo opera la naturaleza e integrar esos aprendizajes en los sistemas agrícolas.

El compromiso desde la academia

En la U.D.C.A., el enfoque de sostenibilidad es una política institucional que se materializa en sus programas académicos de ingeniería agronómica, veterinaria y ciencias ambientales. El trabajo que realizan está cimentado en un principio fundamental: el valor del conocimiento local. «Las comunidades tienen que estar ahí como actores estratégicos más que la ciencia y la tecnología porque son ellos quienes conocen el territorio”, explicó el profesor.

La U.D.C.A. cuenta con valiosos reservorios de conocimiento biológico. La segunda colección más grande del campus es la entomológica, que alberga miles de polillas e insectos de interés agrícola. Además, tienen una importante colección de peces, entre los que destaca el emblemático pez Capitán de la sabana, un bagre de aguas frías único en el mundo, así como una colección de cultivos in vitro con especies nativas como la papa, la piña y la pitaya.

Acciones urgentes y un mensaje a las nuevas generaciones

Para el profesor Lemus, la conservación de la biodiversidad en Colombia requiere dos acciones urgentes y simultáneas: la educación recopilando experiencias y aprendizajes que tienen las comunidades y conservar desde la reforestación. “¿Por qué? Porque si reforestamos, vamos a garantizar hábitats y ecosistemas… sería reforestar, restaurar, renaturalizar».

El mensaje para los jóvenes agricultores y estudiantes es claro: «no mirar la biodiversidad como algo externo, sino como lo que es intrínseco. Hace parte de nosotros también». La prosperidad del campo colombiano está ligada a la capacidad de las nuevas generaciones de entender la biodiversidad como un pilar fundamental”

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