Revista Nacional de Agricultura
Edición 1062 – Septiembre 2025

Cada 9 de septiembre el mundo conmemora el Día Mundial de la Agricultura, una fecha para rendir homenaje a quienes trabajan la tierra y garantizan la alimentación de millones de personas. En Colombia, esta conmemoración cobra un valor especial: el agro no solo es un sector económico, sino también un pilar de la seguridad alimentaria, la identidad cultural y la sostenibilidad nacional.
Las cifras lo confirman. A julio de 2025, 3,44 millones de colombianos trabajan directamente en actividades agropecuarias, y en total el campo emplea a 4,84 millones de personas. El agro representa el 28,2% de las exportaciones nacionales y en 2024 produjo más de 68 millones de toneladas de alimentos y bienes agropecuarios. Además, 11,7 millones de colombianos habitan en zonas rurales, territorios que son guardianes de la cultura, la biodiversidad y la identidad nacional.
Más allá de los números, el campo enfrenta retos que no dan espera: la urgencia del relevo generacional, la adaptación al cambio climático y la necesidad de mayor innovación tecnológica.
La voz de Colombia en la agenda internacional
En entrevista con la Revista Nacional de Agricultura, Jhenifer Mojica, Embajadora de Colombia ante la FAO, destacó que el país tiene todas las condiciones para ser protagonista en los debates globales sobre seguridad alimentaria.
“Colombia acaba de reabrir su misión permanente ante tres agencias internacionales del Sistema de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, entre ellas un escenario muy importante que es la FAO, y se reabre con el fin de darle un mayor esfuerzo al trabajo que venimos haciendo desde el sector agrícola para su desarrollo de su potencial productor y entendiendo que la ausencia de una representación ha impactado en la política nacional”, aseguró.
La Embajadora resaltó la reapertura de la misión permanente de Colombia ante las agencias de Naciones Unidas en Roma, lo que permitirá al país participar activamente en discusiones sobre biodiversidad, cambio climático y sostenibilidad.
“La manera en que vamos a garantizar que los intereses del sector agrícola colombiano hagan parte de esta agenda internacional es participando activamente en los distintos escenarios de gobernanza de la FAO, estamos en una carrera por lograr distintos posicionamientos de Colombia en escenarios en donde somos líderes, especialmente tras el liderazgo que Colombia tuvo a partir de la COP16 sobre biodiversidad. Es en estas discusiones en las que el país está volviendo a tener protagonismo” dijo.
Mojica reconoció que el país sigue contando con problemas estructurales como la situación de inseguridad alimentaria. Por eso insistió en reconocer el valor del sector que, a hoy, jalona el crecimiento económico del país.
“Colombia tiene una situación de inseguridad alimentaria, lo cual es una paradoja, ya que tenemos toda la potencialidad para desarrollarla. Colombia es, según la FAO, uno de los cinco países en el mundo con un mayor potencial de tierras aptas y fértiles para la agricultura. Asimismo, somos uno de los lugares en el mundo con mayor disponibilidad de agua dulce y de recurso hídrico suficiente para la producción alimentaria y el autoabastecimiento, y eso es una riqueza enorme.
Sobre las discusiones que pueden aplicarse en Colombia para mejorar la sostenibilidad de esos cultivos estratégicos Mojica aseguró:
“Tierra, agua y capital humano, además de tener una posición estratégica, nos indica que Colombia tiene todo para desarrollar su potencial. Sin embargo, necesitamos enfatizar nuestras políticas y nuestras inversiones hacia el sector. En materia de seguridad alimentaria el 60% de los alimentos que consumimos los colombianos son producidos por la agricultura campesina y el 30% de la canasta en general viene de importaciones; especialmente tenemos un déficit en los cereales, necesarios para la producción pecuaria. Tenemos un enorme desafío y es poder generar más capacidades propias de producción, de manera que logremos hacer sustitución de importaciones y poder tener de alguna manera el confort de producir y autoabastecernos.
Revista Nacional de Agricultura: Si bien la FAO no negocia aranceles de manera directa, tiene un papel clave: producir las evidencias de cómo esas barreras comerciales están afectando temas como la seguridad alimentaria en Colombia. ¿Cómo se está usando este respaldo técnico para fortalecer los argumentos en escenarios internacionales, como es este momento los aranceles que Estados Unidos tiene a Colombia?
JM: En la FAO se analizan las problemáticas mundiales que generan imposibilidad de abastecimiento alimentario y que podrían aportar a la solución al hambre de manera definitiva. Dentro de esas discusiones está el mapa geopolítico, que cada vez genera una mayor movilidad y que puede aumentar o producir presiones que provoquen el encarecimiento de los insumos, costos de producción, o limiten el acceso a los alimentos para las poblaciones.
La situación de Ucrania, problemática y conflictiva, sigue siendo un eje de afectación del mercado mundial. Nosotros hacemos seguimiento a los focos de conflictos bélicos, ya que en el último año esos conflictos armados han sido la causa de las hambrunas y la instrumentalización de la guerra: el hambre y el uso del hambre como un arma de guerra, esto es algo que se ha venido denunciando de manera muy reiterativa en este escenario internacional y que muchos países compartimos.
Frente la posición del actual gobierno de los Estados Unidos en materia arancelaria, es uno de los temas que están cada vez emergiendo más, no solamente tiene que ver con los temas arancelarios, sino también con las posiciones políticas relacionadas con las negación de muchas realidades. Temas como el cambio climático necesitan enfoques diferenciadores que generen políticas públicas, especialmente en materia de poblaciones vulnerables.
Aunque los aranceles, no son un tema de competencia de la FAO, porque son relaciones bilaterales y no de las agencias del multilateralismo, se ha venido analizando cómo estos procesos de deformación económica impactan en el encarecimiento de los alimentos. De hecho, en los centros de investigación se viene analizando cuáles son esas causas del sobrecosto en las dietas y en la alimentación en general de ciertas poblaciones.
Ese es otro de los problemas de América Latina, el costo de la dieta balanceada y nutritiva es uno de los costos más altos en el mundo y eso derivará en una serie de recomendaciones que prepara la FAO
La mirada de la FAO en Colombia y su apuesta por la Transformación Rural
Por su parte, Agustín Zimmermann, representante de la FAO en Colombia, enfatizó que la agricultura familiar es el corazón de los sistemas agroalimentarios. “Cerca del 70 al 80 % de la alimentación que llega a los hogares proviene de pequeños agricultores. Ellos son los actores principales de esta transformación hacia sistemas más eficientes, resilientes e inclusivos”, explicó.
Zimmermann señaló que el 25,5 % de los hogares colombianos sufre inseguridad alimentaria, con picos de hasta el 50 % en departamentos como La Guajira. La paradoja es aún más evidente en las zonas rurales, donde se producen los alimentos, pero las tasas de inseguridad alimentaria son más altas que en las ciudades.
“Los números de inseguridad alimentaria se publican en base a un indicador que la FAO utiliza dentro de lo que es la Agenda 2030, y el último número publicado revela que el 25.5% de la población de Colombia está en inseguridad alimentaria ya sea moderada o grave, ese número ha venido disminuyendo en las últimas tres o cuatro mediciones que ha publicado el DANE.
Los hogares que sufren más inseguridad alimentaria son los que tienen una jefatura femenina, que llega al 28% y un dato que sí preocupó sobre todo en este último informe del DANE es que en las zonas rurales la inseguridad alimentaria es mayor que en las zonas urbanas, y un poco la paradoja de: donde se producen alimentos hay mayor inseguridad alimentaria. Esto habla, en términos muy generales, que el funcionamiento del sistema reglamentario en Colombia tiene muchas fallas que hay que solucionar”.
Además, Zimmerman destacó el trabajo de la FAO en la consolidación de la paz en los territorios. La agricultura sostenible, a través de proyectos en zonas PDET y con firmantes de paz, se ha convertido en una alternativa viable para sustituir economías ilegales. «La transformación rural y la consolidación de paz en Colombia son dos procesos que están totalmente unidos y son inseparables», afirmó.
“El trabajo de FAO no es, y nunca lo hacemos directamente, un tema de sustitución de cultivos, pero la apuesta en estos territorios específicamente es generar medios de vida lícitos que sean una alternativa viable a estas economías ilegales. Que generen un nivel de ingresos y de empleo adecuado. Lo que se busca en la FAO, y lo hemos dicho en el Catatumbo ese enfoque diferencial, creando una red de jóvenes en esta región que es tan compleja en términos de consolidación de paz, y hemos articulado con instituciones locales y nacionales la cooperación internacional para darle voz a estos jóvenes.
La FAO trabaja en tres frentes prioritarios: mejorar los ingresos y mercados de la agricultura familiar, fortalecer la protección social y nutricional, y cerrar brechas territoriales, de género y acceso a recursos. Además, la organización respalda proyectos en territorios PDET y zonas afectadas por el conflicto, donde la agricultura sostenible se convierte en una herramienta de consolidación de paz.
Retos globales y compromisos de cara al 2026.
Los funcionarios diplomáticos coincidieron en la necesidad de un compromiso tripartito para garantizar un futuro próspero para el agro. La Embajadora Mojica fue enfática en su llamado al próximo Gobierno para: “poner al agro colombiano en el centro”. Esto se traduce en inversión pública sólida, el fortalecimiento de las instituciones y un apoyo decidido para apalancar el crédito y la asistencia técnica.
Para el sector privado, el compromiso es con la producción sostenible. Jhenifer Mojica destacó la necesidad de transformar prácticas como la ganadería extensiva a modelos más respetuosos con el medio ambiente, mientras que Agustín Zimmerman resaltó el rol del sector en la inversión en adaptación para pequeños productores y en la gestión de la pérdida y desperdicio de alimentos.
Finalmente, los consumidores tienen una responsabilidad crucial: privilegiar el consumo nacional, responsable y local. “Si queremos estimular la producción orgánica, deberíamos también como consumidores tener una reflexión crítica en cómo elegir frente al mercado”, señaló Mojica.
Por su parte Zimmerman recordó que, de acuerdo a un informe de la FAO, Colombia es uno de los países que está altamente expuesto a los shocks climáticos, en ese sentido aseguró que el próximo gobierno debe enfocarse en acciones anticipatorias y generación de resiliencia de los medios de vida rurales.
“El mensaje que daría al Gobierno Nacional es que se enfoque en los desafíos que enfrenta la agricultura de pequeña escala, hay que hacer énfasis en los canales de comercialización, allí es fundamental generar programas como es el de compras públicas para la agricultura familiar, alimentación escolar y protección social”.
Además aseguro que los consumidores deben pensar en el consumo responsable de alimentos: “que sepa qué compra, que privilegie la compra de alimentos locales, sanos, nutritivos, y que también haga una compra más inteligente de alimentos para reducir los índices de desperdicios que a nivel de consumo en Colombia y en el mundo son muy altos.
Entonces, allí también hay patrones de responsabilidad individuales en los consumidores que son muy importantes, que pueden mejorar y generar un impacto muy positivo en los sistemas agroalimentarios”.