Revista Nacional de Agricultura
Edición 1063 – Octubre 2025

Fotografía Presidente de la SAC - Jorge Bedoya

Lo que comenzó el domingo 26 de enero de 2025 como una tensión política entre los presidentes de Colombia y Estados Unidos sobre temas migratorios, rápidamente se convirtió en el inicio de una pesadilla diplomática y comercial que, al momento de escribir esta columna, continúa generando una enorme preocupación en el sector agropecuario colombiano.

El Tratado de Libre Comercio (TLC) entre ambos países, vigente desde 2012, ha generado enormes oportunidades y retos para los diferentes sectores de nuestro campo. Antes de su implementación, las exportaciones agropecuarias colombianas hacia Estados Unidos sumaban 2.466 millones de dólares; trece años después superaron los 4.600 millones. Flores, café y banano representan el 76 % de ese total, pero productos como el aguacate Hass, la tilapia, el cacao o la panela han diversificado la canasta exportadora, impulsando desarrollo en cientos de municipios.

El caso del aguacate Hass refleja el valor de esta relación bilateral. Desde que en 2017 se obtuvo la admisibilidad sanitaria para exportar a Estados Unidos, el crecimiento ha sido constante. Ese año, las exportaciones alcanzaron apenas 83.000 dólares, pero en tan solo un año la cifra superó los 600.000 dólares.

En el 2021, Colombia envió 2.376 toneladas de aguacate Hass a Estados Unidos, y para 2024 las exportaciones superaron las 30.000 toneladas, consolidando a ese país como el segundo destino más importante a nivel mundial para esta fruta. El año pasado, se exportaron más de 70 millones de dólares, y entre enero y agosto de 2025 ya se habían exportado 96 millones, evidenciando el impacto positivo en la apertura del mercado norteamericano y su relevancia para los 79.000 empleos directos que genera esta cadena productiva en más de 250 municipios del país.

Algo similar ocurre con la floricultura, un sector que genera 240.000 empleos formales, de los cuales 150.000 son directos; 90.000 son mujeres y el 55% de ellas son madres cabeza de familia y, aunque llegan a más de 100 destinos en el mundo, los Estados Unidos concentran el 79 % de las exportaciones del sector.

En 2024, las ventas de flores hacia ese país alcanzaron 1.868 millones de dólares, y entre enero y agosto de 2025 ya superaban los 1.350 millones de dólares, una muestra de la fortaleza y estabilidad de esta cadena productiva.

A esto se suman las cadenas de café, banano, tilapia, limón Tahití, panela, azúcar, cacao, productos de la chocolatería y aromáticas, entre otros, que en conjunto representaron más de 3.900 millones de dólares en exportaciones agropecuarias entre enero y agosto de 2025. Poner en riesgo esa relación comercial significa comprometer más de un millón de empleos rurales.

El anuncio del presidente Donald Trump, en abril de 2025, del llamado Liberation Day, marcó el inicio de una nueva política comercial estadounidense: un arancel base del 10 % a la mayoría de los socios. Colombia no fue la excepción. Aunque se esperaba una revisión diferenciada, la Casa Blanca mantuvo ese porcentaje, ubicando a nuestro país en desventaja frente a un competidor como México, cuyos productos agrícolas continúan ingresando sin aranceles.

En consecuencia, los exportadores colombianos de aguacate Hass, limón Tahití y tilapia ahora pagan un arancel del 10% para entrar a los Estados Unidos, encontrándose en franca desventaja frente a sus competidores Mexicanos.  Desde abril, los gremios de la producción hemos insistido ante el Gobierno Nacional en la necesidad de recuperar el 0 % de arancel para nuestros productos; entendemos que la Embajada de Colombia en Washington y el Ministerio de Comercio Industria y Turismo han adelantado conversaciones con funcionarios del Gobierno de Estados Unidos. Sin embargo, y a pesar de este esfuerzo, la pérdida de competitividad en ese mercado sigue siendo una realidad y no se puede volver parte del paisaje comercial colombiano.

Mientras tanto, Estados Unidos continúa siendo un proveedor esencial para el agro colombiano. El maíz amarillo, la torta de soya y el fríjol soya -insumos fundamentales para la producción de pollo, huevo, cerdo, tilapia y otras proteínas animales- provienen en su mayoría de ese país. En 2024, el 99 % del maíz amarillo y más del 80 % de la torta de soya llegaron desde puertos estadounidenses. Estas cifras evidencian la importancia estratégica del abastecimiento de estas materias primas por lo que cualquier restricción o incremento arancelario afectaría directamente el costo de proteínas básicas para la dieta de los colombianos.

El crecimiento del sector pecuario colombiano ha sido notable. En el año 2000, el país producía 552 mil toneladas de pollo y 6.400 millones de huevos. En 2024, esas cifras alcanzaron más de 1.821.768 toneladas de pollo y 18 mil millones de huevos, el consumo per cápita en Colombia llegó a 35.7 kilogramos y 343 huevos por habitante al año.

Un logro indiscutible para el país que refleja una transformación nutricional y empresarial impulsada por la inversión privada, la innovación tecnológica y el manejo eficiente de los recursos parafiscales administrados por Fenavi y Porkcolombia.

En el caso del sector porcicultor se enfrentó a la competencia internacional apenas cinco años después del TLC. En 2010, la producción nacional fue de 194 mil toneladas, frente a 608 mil en 2024. El consumo per cápita pasó de 4,8 a 14,7 kilogramos en ese mismo periodo. A pesar de las importaciones, la porcicultura colombiana se fortaleció, manteniendo su aporte a la seguridad alimentaria.

Un riesgo compartido

Es evidente que los lazos comerciales entre el sector agropecuario de Colombia y Estados Unidos dependen de la estabilidad en la relación bilateral. Los encargados de mantener esta relación -que son los gobiernos de ambos países liderados por sus respectivos presidentes- tienen una responsabilidad aún mayor.

Las tensiones que se han presentado durante el mes de octubre de 2025 entre ambos mandatarios, y el riesgo de una guerra arancelaria, han generado una gran preocupación en el sector agropecuario. Como lo hemos advertido públicamente desde la Sociedad de Agricultores de Colombia, la imposición de aranceles adicionales a nuestras exportaciones a los Estados Unidos sería un duro golpe a más de un millón de trabajadores del sector y a nuestros productores.

Si Colombia, a su vez, impusiera aranceles a los insumos que nuestro sector requiere para producir gran parte de la proteína de origen animal que se consumen los colombianos, el golpe no solo sería para nuestros productores y sus trabajadores, sino para los más de 50 millones de compatriotas que enfrentarían una compleja situación por el encarecimiento de estos alimentos.

Las tensiones políticas y comerciales no se pueden llevar por delante la seguridad alimentaria. La diplomacia, el interés nacional y la calma debe ser una prioridad para los mandatarios de ambos países.