Revista Nacional de Agricultura
Edición 1033 – Febrero 2023
La floricultura colombiana nació de pantalón largo (nada menos que como el principal productor y exportador de claveles del mundo), y desde entonces ha conservado un lugar de preeminencia en el exigente mercado internacional en que se desempeña. Augusto Solano, presidente de Asocolflores habla de los grandes logros que ha alcanzado el gremio y el sector en cincuenta años de actividad, de los momentos difíciles que han tenido que sortear y de los desafíos que tienen por delante.
P.: ¿Cómo era la floricultura de exportación hace cincuenta años, y cómo es hoy?
R.: Hace más de cincuenta años el sector floricultor colombiano empezó una aventura audaz, con un negocio desconocido en manos de unos pioneros visionarios que, con otros que llegaron después, y gracias a su perseverancia, emprendimiento y capacidad de innovación, lograron superar múltiples obstáculos y consolidar al sector como líder a nivel mundial. Desde el comienzo, el país se convirtió en el principal productor y exportador de claveles del mundo, siendo reconocidos por su gran diversidad y su calidad. Hoy, Colombia es el segundo exportador mundial y el primer proveedor de flores frescas cortadas de los Estados Unidos, con una gran cantidad de especies y variedades que le han significado una participación de mercado muy alta en ese país.
Nuestros floricultores no solo exportan a Estados Unidos 80% de su producción, sino que llegan a cerca de cien países, incluyendo algunos tan distantes como Japón, Australia, Corea y Rusia.
P.: ¿Cómo era Asocolflores, y cómo es hoy?
R.: Cuando esos empresarios pioneros de la floricultura llevaban pocos años exportando, vieron que para poder superar uno de sus principales obstáculos, como lo era el transporte, debían unirse. Así nació Asocolflores, en un principio con dos finalidades: vencer la problemática del transporte porque no existían aerolíneas especializadas ni el sistema de cadena de frío, y en segundo, lugar para relacionarse con el gobierno nacional y el de Estados Unidos.
Hoy, Asocolflores es una organización con tres sedes, la principal en Bogotá, la otra en Rionegro y la tercera en Pereira, la cual agrupa a los pequeños productores. Actualmente, Asocolflores trabaja en diferentes frentes, que van desde la representación y defensa de los intereses legítimos del sector –la esencia de un gremio–, pasando por la promoción en los principales mercados del mundo, hasta la consolidación de su cadena logística, reconocida internacionalmente.
Más allá del trabajo propio de la exportación de flores, debo destacar que Asocolflores encamina la mayor parte de sus esfuerzos, al área de Responsabilidad Social y Valor Compartido, y trabaja de manera comprometida y coordinada con sus afiliados en los temas sociales y ambientales.
Además, Florverde Sustainable Flowers, es la certificación colombiana para el sector floricultor y la segunda más antigua del mundo. Cumplió veintisiete años como una muestra del compromiso y de la cultura de sostenibilidad de Asocolflores y sus afiliados.
Por su parte, Ceniflores, el Centro de Innovación de la Floricultura Colombiana, es un centro virtual de innovación, promovido por Asocolflores, que fomenta al desarrollo de mejores prácticas de producción y busca la solución de los problemas fitosanitarios, que es fundamental para el acceso a los distintos mercados.
Finalmente, Asocolflores organiza cada dos años Proflora, una de las ferias de flores frescas cortadas más importantes del mundo, que se adelanta cada dos años en Bogotá, y que cumple ya treinta años.
P.: Muchas cosas buenas le han pasado a la floricultura en medio siglo de existencia, pero si tuviera que destacar tres, ¿cuáles escogería?
R.: Primero, haber logrado adaptar tecnología costosa de países desarrollados a las condiciones de Colombia. Segundo, enfocarse en múltiples especies y no concentrarse en una sola como lo hicieron otros países competidores. Esta diversidad diferencia a Colombia y le ha permitido desarrollar el negocio de bouquets de exportación. Tercero, haberse comprometido desde el principio con la formalidad en todos los sentidos y con las buenas prácticas ambientales, sociales y éticas. Esta ha sido una norma de nuestra floricultura, que le ha permitido avanzar, crecer y florecer.
P.: ¿Cuáles han sido las mayores frustraciones de la floricultura nacional?
R.: Antes que de frustraciones comienzo hablando de las tres dificultades o retos más grandes que ha enfrentado la floricultura de exportación y que se ha logrado superar.
1ª.) La demanda antidumping y los derechos compensatorios que entablaron los floricultores americanos contra nuestra floricultura, y que estuvieron a punto de marchitarla. Gracias a un trabajo legal intenso, a una estrategia de lobby y a una fórmula que terminó en la creación de una organización llamada Flower Promotion Organization, se logró vencer este obstáculo y llegar a un acuerdo. Fue un momento sumamente álgido en el que Asocolflores jugó un papel crucial para lograr la solución.
2ª) Los diez años de revaluación vividos entre 2003-2013. La profundidad de esta apreciación monetaria y lo largo de ese periodo, acabaron con muchas empresas floricultoras y a otras las obligó a reducirse. Afortunadamente, con una labor muy importante de Asocolflores, también se logró superar, con el apoyo del gobierno, y el sector dio un salto en productividad para retomar su autonomía.
3ª) La pandemia del covid-19. En un momento dado se pensó que podía paralizar al sector. Aquí el papel de Asocolflores fue determinante, yo diría que también salvador.
Ahora bien, si hablamos de una frustración, creo que es el no haber logrado crear un esquema de fondeo para la promoción internacional genérica para el consumo de flor. Siempre se ha pensado en un esquema tipo parafiscal en Estados Unidos (marketing order), pero ha sido imposible, fundamentalmente por la oposición de los floricultores californianos.
Este sector no ha contado con el respaldo de una campaña promocional intensa. Lo que se ha logrado es gracias al esfuerzo que hemos hecho desde nuestro lado y al de algunas asociaciones en Estados Unidos y Europa; pero son acciones muy pequeñas, comparadas con las que hacen productos competidores como los perfumes, los chocolates y el vino, entre otros.
P.: En lo personal, ¿cuáles han sido sus mayores satisfacciones y frustraciones al frente de Asocolflores?
R.: Una de mis mayores satisfacciones es haber contribuido a encontrar fórmulas para superar dos de los obstáculos más grandes que ha atravesado el sector: el proceso de revaluación y el covid-19.
Otra gran satisfacción es haber trabajado incesantemente para impulsar el compromiso del sector con la responsabilidad social, el bienestar de las personas y sus comunidades, y el respeto al medio ambiente.
P.: ¿Cuáles son las tres fortalezas más grandes de nuestra floricultura?
R.: Como lo dije anteriormente, una de las principales fortalezas de la floricultura colombiana es la diversidad en especies y variedades. Esto le ha permitido atender muchos mercados y desarrollar el negocio de los bouquets. Se estima que 80% de los bouquets que se venden en los supermercados de Estados Unidos son colombianos, esa capacidad no la tienen otros países productores.
En segundo lugar, la calidad de las flores colombianas es fundamental. La durabilidad de nuestra flor es tan alta que luego de transportarse, por ejemplo, durante más de veinte días por vía marítima a un destino como Japón, vive con su esplendor, color y tamaño durante quince días en un florero.
En tercer lugar, el haber desarrollado un clúster logístico en Bogotá, Medellín y Miami, lo que ha permitido que el negocio sea competitivo. Siempre he dicho que la floricultura es una actividad 50% agricultura y 50% logística
P.: ¿Cuáles son los cinco desafíos más serios que tienen los floricultores?
R.: El cambio climático en general y lo que representa en materia fitosanitaria, en el buen aprovechamiento del agua y en poder mantener la producción, la productividad y la competitividad. Aquí es fundamental la disminución de la huella de carbono. En eso venimos trabajando desde hace muchos años, empezando por medirla, y hemos tomado muchas acciones al respecto; pero hay que seguir trabajando en ello.
La productividad es otro desafío al que debemos responder. La competencia de los países africanos, donde tienen una mano de obra sumamente barata, cada vez es mayor. Hemos logrado que nuestros trabajadores sean 100% formales, tenemos condiciones distintas, pero para mantenernos debemos mejorar muchísimo en la productividad,
La escasez de mano de obra es un gran reto no solo para la floricultura, sino en general para la agricultura en el mundo. Debemos atraer y convencer a los jóvenes y a las personas de que en las zonas rurales se tiene una proyección de trabajo, de vida y de bienestar, y que la migración a las ciudades no es la solución.
Entender cómo venderles flores a las nuevas generaciones, que tienen hábitos distintos e intereses diferentes, es el cuarto desafío. Debemos buscar la manera de llegar a ellas y hacer que se vuelvan nuestros consumidores permanentes.
En quinto lugar, poder influir en los hábitos de consumo, especialmente de los compradores en Estados Unidos, que es nuestro principal mercado. Los europeos compran flores no solo para regalar, sino para sí mismos. Los americanos las compran principalmente para regalar en ocasiones especiales. Tenemos que cambiar ese hábito para que compren más flores para sí mismos. Como dicen nuestros colegas californianos: “Más americanos, comprando más flores, más frecuentemente”.
P.: ¿Pequeños productores pueden llegar a destacarse en la floricultura de exportación?
R.: En primer lugar, hay que ver cómo se definen los pequeños productores. Por ejemplo, consideramos un pequeño productor exportador de rosas a un cultivo de 4 hectáreas, que visitamos recientemente, y que exporta directamente 60% de su producción, y el resto lo vende a otros cultivadores más grandes para sus bouquets o para que lo exporte.
Este es probablemente un caso de excepción en rosas. Pensar en cultivos de rosas más pequeños y que exporten directamente, es sumamente difícil. En la mayoría de los casos, se requiere cierta escala, no solo para la producción, sino para la comercialización.
Sin embargo, en nuestra regional de pequeños productores, con sede en Pereira, hay productores más pequeños, de 1-3 hectáreas, que cultivan follajes y flores tropicales. Algunos de ellos exportan, pero la mayoría han encontrado en el mercado nacional una alternativa rentable y menos compleja. Para que los productores muy pequeños puedan acceder directamente a los mercados internacionales, tendrían que utilizar un mecanismo asociativo que, aunque lo hemos intentado, no se ha podido lograr.
Por otra parte, tenemos vinculados productores mucho más pequeños en Piendamó, Cauca, probablemente de media hectárea, que producen para el mercado nacional. Los estamos apoyando con buenas prácticas de producción sostenible y de comercialización. La cuestión no es tanto de tamaño, sino de la formación educativa, las capacidades y las buenas prácticas. El tamaño de los pedidos en muchos casos puede ser una limitante.
El mercado nacional también tiene menos requerimientos en los aspectos fitosanitarios, logísticos, e inclusive de calidad. Además, hay un espacio para crecer pues el consumo en el país es muy pequeño, seguramente por el bajo poder adquisitivo.