Revista Nacional de Agricultura
Edición 1025 – Mayo 2022
Entre agosto del 2018 y diciembre del 2021, se colocaron créditos por $77.6 billones, en 1.6 millones de operaciones. Según la última EOEA, 94.8% de los encuestados que tienen un crédito Finagro volverían a solicitarlo.
Entre agosto del 2018 y diciembre del 2021, se colocaron créditos por $77.6 billones, en 1.6 millones de operaciones. Según la última EOEA, 94.8% de los encuestados que tienen un crédito Finagro volverían a solicitarlo.
El crédito de fomento para el sector agropecuario, reglamentado en la Ley 16 de 1990, es uno de los múltiples instrumentos necesarios para el desarrollo rural colombiano, y resulta tan vital como la comercialización, la extensión agropecuaria, la provisión de bienes públicos o la participación del sector privado. Dada su importancia, el Plan Nacional de Desarrollo de este cuatrienio, la Misión para la Transformación del Campo, el Conpes 4005 de Educación e Inclusión Financiera, entre otros, trazan una hoja de ruta que promueve el acceso y uso del financiamiento para un mayor número de productores agropecuarios y habitantes del sector rural.
Los logros son evidentes, en los últimos tres años se ha aumentado en 9 puntos porcentuales el indicador de acceso[1] al crédito de Finagro –razón entre el número de beneficiarios con crédito Finagro y productores agropecuarios–, que pasó de 38% en el 2018 a 47% en el 2021. Desde agosto del 2018, hasta diciembre del 2021, se han colocado $77.6 billones, en 1.6 millones de operaciones, lo que representa un hito histórico en este campo. Pese a los avances evidentes en el acceso y la irrigación de recursos al sector agropecuario, es necesario dar un paso adicional y cuestionarnos sobre la suficiencia y la oportunidad del crédito, y es aquí donde la Encuesta de Opinión Empresarial Agropecuaria (EOEA) nos ayuda a construir el panorama.
Diferentes estudios en los ámbitos nacional e internacional han encontrado que el crédito promueve el desarrollo en dos dimensiones: en primer lugar, permite mantener las sendas de consumo y de producción, cuando hay choques económicos, y en segundo lugar, estimula el crecimiento económico en un ambiente de inclusión y mayor productividad, sin causar distorsiones en los incentivos hacia la actividad productiva.
En este sentido y como ejemplo valioso, los datos de la EOEA indican que por la pandemia del covid-19, la producción de 39.3% de los productores encuestados empeoró, y diferentes análisis indican que esto ocurrió por la disrupción en las cadenas de suministros, las barreras para la comercialización, el aumento en los precios de los insumos y la dificultad para la contratación de mano de obra. No obstante, 38% de estas personas reportaron tener un crédito formal, y de estas, 42% indicó que gracias al financiamiento recibido pudo continuar con su actividad productiva. Este resultado explica por qué, a diferencia de la economía nacional, el sector agropecuario presentó un crecimiento positivo de 2.8 % durante el 2020, el peor año para la economía colombiana en décadas.
También se destaca que 91.1% de los usuarios de crédito formal reportaron que gracias a este pudieron mejorar su actividad productiva, y 89.2 % indicó que mejoró su calidad de vida. Aspectos como una tasa de interés competitiva, periodos de pago ajustados a los ciclos productivos y asesoría financiera por parte de los bancos, son beneficios que los encuestados destacan al acceder a créditos formales. Estas características inciden en que 76.5 % de los productores con crédito formal reporten que no han tenido dificultades para el pago oportuno de estos.
Ahora bien, el acceso al crédito por sí solo no es suficiente, por lo que este debe darse en condiciones adecuadas para que los recursos tengan un mayor impacto en los proyectos productivos de los pobladores rurales. En este contexto, la EOEA nos ayuda a saber cómo está el financiamiento en el sector agropecuario en términos de suficiencia y oportunidad. Conocer sobre estos aspectos es vital dado que: a) si los recursos otorgados mediante el crédito de fomento no alcanzan para que el productor haga su inversión, este tendrá que recurrir a fuentes de financiamiento informal, y b) si el dinero no es desembolsado en el tiempo oportuno, el productor no podrá hacer su actividad, pues en el sector los ciclos productivos están determinados por el calendario.
Formas de financiamiento
Con respecto a la suficiencia, los resultados de la EOEA indican que 72.8% de los encuestados que dijeron tener un crédito formal, recibieron el monto suficiente para financiar su proyecto productivo. Este es un resultado para celebrar. No obstante, a pesar de que el crédito de fomento ofrezca mejor tasa de interés[2], 14.4 % de los usuarios de crédito formal utilizan otras fuentes de financiamiento para el desarrollo de su actividad. Este resultado se debe ver a la luz del riesgo asociado al crédito agropecuario, el cual es mayor al de los demás sectores de la economía. Esta percepción se incrementa sobre los eslabones primarios de la cadena agropecuaria, los cuales están más expuestos a factores de riesgo climático, social, sanitarios o volatilidad de precios. Lo anterior dificulta a muchos productores –los más pequeños en particular–, a acceder al sistema formal financiero o a créditos de mayor monto.
Con respecto a la oportunidad, 69.5% de los encuestados que tienen un crédito formal reportaron que fue desembolsado en menos de veinticinco días luego de entregar los documentos a la entidad financiera. Si bien este resultado es satisfactorio, se debe seguir trabajando para que este proceso sea más ágil y que las inversiones no se vean afectadas. Por ejemplo, se deben reforzar los procesos de transformación digital y de adopción de tecnologías que faciliten el intercambio de documentos, así como ampliar la información disponible sobre los costos de producción asociados a diferentes proyectos productivos agropecuarios. Esta información facilita a los asesores bancarios validar la viabilidad de los emprendimientos, y a los productores, entender la escala de sus necesidades. Al respecto, Finagro dispone en su sitio web de 140 Marcos de Referencia Agropecuaria, que presentan los flujos de costos para 99 cultivos, 2 actividades forestales y 39 pecuarias.
Sin duda, los resultados de la EOEA evidencian que ha mejorado el acceso al crédito formal, el cual, según la opinión de los productores, mejora sus proyectos productivos y su calidad de vida. Por lo anterior, no resulta extraño que 94.8 % de los encuestados que tienen un crédito Finagro volverían a solicitarlo.
Aun cuando estos resultados son positivos, existe una parte de la población que sí accede a crédito formal, pero que recibe montos inferiores a los que necesita para su proyecto productivo, y con poca oportunidad de desembolso. Además, como se observó, es necesario ampliar la cobertura del crédito de fomento a más productores y continuar trabajando en educación financiera agropecuaria, tanto para productores como para intermediarios financieros, y en la promoción del Fondo Agropecuario de Garantías (FAG) y el Incentivo al Seguro Agropecuario (ISA), instrumentos que solo conocen 6.1% y 3.2% de los productores encuestados, respectivamente. Toda esta labor permitirá que más productores rurales mejoren su calidad de vida y aporten a alcanzar el potencial de desarrollo del sector agropecuario.
Desde el 2011, Finagro es copatrocinador de la EOEA en su recolección de información, procesamiento y publicación. En la versión del 2021 se hicieron 1.122 encuestas a productores agropecuarios de todo el país.
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[1] Es una razón entre el número de beneficiarios con cartera vigente Finagro y las personas ocupadas en zonas rurales que se identifiquen como patrón o trabajador por cuenta propia – obtenido de la GEIH.
[2] Un estudio del Banco de la República (2021), con datos de la Superintendencia Financiera de Colombia, evidencia que la tasa de colocación de los créditos a los que accedieron algunos pequeños productores en 2015-2019, y que no estaban en condiciones Finagro, presentaron una tasa de interés significativamente superior al máximo establecido por la CNCA, alcanzando en el 2016 una diferencia de 23 puntos porcentuales.