Revista Nacional de Agricultura
Edición 1014 – Mayo 2021
Este joven emprendimiento consigue plata entre particulares, con la cual financiar a pequeños agricultores para quienes les es difícil obtener recursos de capital.
Cuando cumplió año y siete meses de existencia, ya había logrado inversiones por más de $473 millones en trece proyectos productivos de pequeña escala, o PDA (Proyectos de Desarrollo Agropecuario), como ellos los denominan, y había analizado ciento veinte más. Agroune, creada en agosto del 2019, es una plataforma de financiamiento orientada a apoyar, preferiblemente, a hombres y mujeres del campo en situación de vulnerabilidad, como mujeres cabeza de familia y jóvenes.
Dicho en otras palabras, esta empresa bogotana, considerada por Innpulsa Colombia como una organización de alto impacto, lo que hace es conseguir plata entre particulares, con la cual financiar a agricultores para quienes les es difícil obtener recursos de capital.
Su nacimiento tuvo lugar cuando Weimar Mesa Martínez, su CEO, quiso sacar adelante un proyecto de uchuva para la exportación, pero se vio ante la dificultad de lograr financiación por los medios tradicionales. La idea de Agroune fue llevada al Programa Aldea, de Innpulsa Colombia, que la acogió y facilitó los recursos para la estructuración jurídica del modelo de negocio, que, por manejar recursos de particulares, debía cumplir con todos los exigentes requisitos de ley.
“Apoyamos diferentes iniciativas de productos para ser comercializados en el país o para la exportación, así como emprendimientos de transformación. Deben ser proyectos de ciclo corto, que se puedan manejar bajo un sistema de agricultura por contrato y que sean comercialmente viables. En cuanto a emprendimientos de transformación agrícola, estamos desarrollando esta línea para apoyar a jóvenes rurales que quieran darle valor agregado a lo que producen”, dice Mesa Martínez.
Los proyectos que financia Agroune no pueden tener una superficie menor a una fanegada (6.400 metros cuadrados) y, por ahora, no superar las 2 hectáreas, dependiendo del tipo de cultivo y el costo. Esto porque una hectárea de uchuva o de granadilla, no vale lo mismo que una de gulupa. Así las cosas, para uchuva, granadilla y pitaya la base es una fanegada, y para gulupa se aceptan hasta las 2 hectáreas.
Un proyecto de una fanegada de uchuva, por ejemplo, cuesta $20-25 millones, y en su financiación intervienen de siete a diez inversionistas, con un promedio de inversión que ronda entre $500 mil a $1.5 millones.
Al referirse a la mecánica de la financiación, Weimar Mesa explica que una vez el productor se convence del servicio, la compañía le hace llegar un formulario que le permite conocer el proyecto en detalle, desde lo técnico, lo comercial y lo jurídico.
“Con esta información, nuestro equipo técnico procede a establecer la viabilidad del proyecto, en una primera etapa. En una segunda, hacemos una visita técnica para verificar la información suministrada. Enseguida, entramos a negociar con el agricultor los términos del contrato, la duración y el valor total, para proceder a hacer la formalización jurídica del proyecto y comenzar a buscar las alianzas comerciales que nos permitan asegurar la colocación del producto a precios competitivos. Posteriormente, lanzamos el proyecto a ronda de inversión. Una vez se ha financiado, le asignamos al agricultor un asesor técnico para que lo acompañe durante todo el desarrollo del proyecto”, agrega.
En las rondas de inversión, explica el CEO de Agroune, puede participar cualquier persona que crea en este tipo de proyectos, que crea en el campo. Entonces, deben ser personas que no solo buscan obtener un retorno de la inversión, sino que quieren participar en iniciativas con impacto social.
En cuanto a la rentabilidad se refiere, Agroune ya ha logrado, por ejemplo, hacer repago de 100% de tres proyectos, dos de los cuales llegaron a obtener una rentabilidad superior a 25% en periodos de trece a diecisiete meses. Pero normalmente los inversionistas pueden estar recibiendo una renta de 18 a 32% efectivo anual, porque ellos perciben 25-35% de las utilidades. Por lo general, el inversionista puede solicitar la devolución de la inversión, y las utilidades, a partir del mes trece, aunque en algunos proyectos específicos pueden hacerlo incluso al mes octavo de haber invertido, y entrar a un nuevo proyecto, si lo desea. El mínimo de inversión por persona es de $500 mil (no hay monto máximo), y el inversionista escoge el proyecto.
¿Y si el proyecto fracasa por algún imponderable? Mesa Martínez responde que para eso queda estipulado que lo primero que se hace es responderles a los inversionistas con lo que se pueda salvar del proyecto, porque fueron ellos los que confiaron en la compañía y en el proyecto en sí, fueron los que aportaron el capital de riesgo. Y cuando no haya que recuperar, pues también queda estipulado que ellos igualmente han asumido un riesgo. “Pero Agroune toma todas las medidas, antes y durante el proyecto, para minimizar la ocurrencia de tales siniestros. De todas formas, en la actualidad, la tasa de fracasos está por debajo de 0.3%, debido a que hacemos un muy juicioso análisis de los proyectos para el que nivel de riesgo sea el mínimo posible. Así mismo, la asistencia técnica constante nos permite generar alertas tempranas y tomar medidas frente a cualquier plaga o enfermedad”.
Por su parte, el beneficiario cancela la deuda con el proyecto. En efecto, como Agroune administra el proyecto desde el punto de vista financiero, para que sea exitoso, una vez recupera el capital de los inversionistas y les gira los rendimientos correspondientes, procede a entregarle las utilidades al agricultor.
A cierre de marzo del presente año, Agroune había financiado trece proyectos en cuatro departamentos (y trabajaba en la materialización de otros), así: Boyacá, uno de uchuva en Cuítiva ($35.7 millones), tres de fresa, en Cuítiva ($18.2 millones, $35 millones y $25 millones) y dos en Tutazá ($60 millones y $92 millones); Córdoba, uno de sandía en Buenavista ($16 millones); Huila, cinco de granadilla en Algeciras ($23 millones, $48.4 millones, $17 millones, $40 millones y $24 millones), y Cundinamarca, uno de plantas aromáticas para exportación en Chipaque ($45 millones).
Lo que viene son varios proyectos de granadilla, gulupa y pitahaya, en distintos municipios del departamento del Huila.
Según Weimar Mesa, en la escogencia de los cultivos para financiar, se tienen en cuenta varios criterios, que sean de ciclo corto, que la producción comience máximo a los diez meses y que permitan trabajar bajo el esquema de agricultura por contrato, para poder asegurar la venta antes de la cosecha. Para el aguacate Hass, que es un perenne, dice que la compañía tiene serie de parámetros específicos.
Igualmente, Agroune busca que los proyectos no se encuentren en zonas donde se altera el orden público, no expuestas a inundaciones, heladas ni deslizamientos, y que tengan vías de comunicación y agua. Esto, para proteger al máximo el capital de los inversionistas.
En cuanto al perfil del cultivador, dice que se trata de hombres y mujeres entre los dieciocho y sesenta años de edad, con al menos seis meses de experiencia en labores agrícolas. Preferiblemente, se están enfocando en personas con alguna condición de vulnerabilidad (madres cabeza de familia).
“Ahora bien, buscamos incentivar la asociatividad porque esto tiene un valor agregado mucho más significativo. En Algeciras, por ejemplo, estamos haciendo los pilotos de un proyecto de asociatividad para mejorar las condiciones de comercialización de unos productores de granadilla, que ya tienen cultivos”, revela Mesa Martínez.
Finalmente, al referirse a las dificultades que entrañó la creación de Agroune, este empresario asegura que aparte de todo lo relacionado con el cumplimiento de las normas legales, el mayor obstáculo es la desconfianza que existe en los proyectos agrícolas. Pero –aclara–, hay que tener cuenta que la agricultura en Colombia ha evolucionado, se ha tecnificado, lo que está permitiendo que los niveles de riesgo sean menores. Esto lo ven especialmente en frutas exóticas. En cambio, la papa y la cebolla, por ejemplo, se perciben como riesgosas.