Revista Nacional de Agricultura
Edición 1026 – Junio 2022
Los productores tradicionales están preocupados por la segura aparición de “capitales golondrina” en el negocio. ¿Qué pasará con los precios?
A estas alturas del año, los cultivadores de papa se encuentran en medio de una gran incertidumbre porque no saben con certeza cómo les va a ir en el segundo semestre, cuando sale la cosecha grande, la que se recolecta en la sabana cundiboyacense, que equivale a 65% de la producción nacional y que asciende a un 1.6 millones de toneladas.
Lo anterior se viene a sumar a las grandes dificultades que ha tenido que sortear el sector desde hace ya dos años largos, por cuenta de la pandemia del covid-19, que llevó al cierre de hoteles, restaurantes y cafeterías (el canal horeca, el más importante para la papa), lo que ocasionó que la oferta fuera mayor que la demanda. Cuando se decretó la emergencia sanitaria –cuenta el gerente de Fedepapa, Germán Palacio–, el gobierno les pidió a los cultivadores que siguieran produciendo, y estos lo hicieron, pero al caerse la comercialización en 30%, el precio de la papa pagada al productor estuvo cercano a los $10 mil, lo que obligó a muchos a salir a orilla de las carreteras a ofrecerla. Esta situación hizo que muchos cultivadores salieran del mercado.
Las cosas se complicaron aún más con el paro nacional del 2021, que paralizó al país por el bloqueo de carreteras, así como con alza desproporcionada en el precio de los insumos, que se viene registrando desde el segundo semestre del año pasado. Al final, todo esto ha contribuido a llevar los precios de la papa a niveles tal vez nunca antes vistos: “El año pasado un bulto de papa podría estar costando $70-75 mil, y en la actualidad (última semana de abril), vale $150-160 mil. Según el Dane, en enero, el aumento de precios fue de 142%, y en febrero, de 100%”, asegura el dirigente gremial, con quien dialogamos.
Revista Nacional de Agricultura: ¿Por qué hay incertidumbre económica entre los productores tradicionales de papa?
Germán Palacio: Porque los elevados precios que ha tenido la papa en los últimos meses, seguramente van a atraer, para las siembras correspondientes a la cosecha del segundo semestre, a los denominados “capitales golondrina”, que buscan recuperar sus inversiones en corto tiempo. Un indicio de esto es que en nuestros almacenes estamos registrando un aumento importante en la compra de insumos. Nos preocupa, entonces, que se presente un desplazamiento de los productores tradicionales y que haya una sobreoferta en el último trimestre del año.
Pero hay otra cosa que agrava nuestra situación: con los precios tan altos, los productores de semilla certificada han visto más atractivo venderla como papa comercial, lo que quiere decir que muchos de ellos no están multiplicando. Esto nos lleva a pensar que en el próximo año vamos a registrar una disminución importante en los rendimientos por hectárea. Hace unos cuatro años, se obtenían unas 19 toneladas por hectárea, promedio país, y hoy estamos por encima de las 22, lo que demuestra que el uso de semilla certificada viene en aumento, aunque apenas 4-5% de la producción nacional de papa corresponde a productores que usan este insumo.
R.N.A.: ¿Ante el encarecimiento de los fertilizantes, los cultivadores, disminuyen su aplicación y, consecuentemente, ven reducir los rendimientos?
G.P.: Sí. Por eso, desde principios del 2020, es decir, desde antes de que comenzara la pandemia del covid-19, Fedepapa viene pidiéndole al Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural que intervenga para evitar alzas desmesuradas en el precio de los insumos, que unas veces crece por cuenta del petróleo y otra por la tasa de cambio. Con costos tan altos, incluso, le propusimos que buscara la creación de una tasa de cambio preferencial. Esto quiere decir que si el dólar en este momento está con la TRM a $3.800-3.900, pues a quien importe este tipo de insumos y que esté debidamente registrado ante los ministerios de Agricultura y Comercio, se le venda el dólar a un precio inferior, para así beneficiar a los productores del campo en general, no solo a los cultivadores de papa, y finalmente al consumidor. Esto se justifica en vista de que Colombia no tiene injerencia alguna en el precio del petróleo, los fletes marítimos, la disponibilidad de contenedores, ni ahora en el conflicto Rusia-Ucrania.
R.N.A.: ¿Por qué no los ha escuchado?
G.P.: Porque el Ministerio puede estar temiendo que ese menor precio del dólar no se les traslade los productores, sino que se quede entre los importadores. Esa es una desconfianza normal, pero me parece que hay mecanismos para evitar que eso ocurra, ya que los importadores no son muchos y todos le rinden cuentas a la Dian. Adicionalmente, se buscaría el control por parte de las cadenas de insumos agropecuarios, como la nuestra, la de Fedearroz, la de Colanta, etc.
R.N.A.: ¿Cómo se desglosa la matriz de costos de producción de una hectárea de papa?
G.P.: Hace un año, producir una hectárea de papa costaba alrededor de $22 millones, y hoy vale $35 millones. En Colombia, hay 100 mil productores de papa, 80% de los cuales tienen menos de una hectárea, y 90% menos de 3, lo que quiere decir que este es un sector de pequeños productores, de minifundio, sin músculo financiero.
R.N.A.: ¿Los cultivadores de papa están haciendo algo para racionalizar costos?
G.P.: En lo que más insistimos es en el uso de la semilla certificada, en el análisis de suelos antes de cada siembra y en la utilización eficiente de los agroquímicos para el manejo de plagas y enfermedades. Para ello, con recursos del Fondo Nacional de Fomento de la Papa, nos valemos de parcelas demostrativas con pequeños sistemas de fertirriego, en algunos casos con agricultura de precisión, con drones para fertilización y fumigación. Pero este es un trabajo duro porque aquí la producción de papa es ancestral, lo que dificulta la adopción de nuevos métodos, de nuevas tecnologías. Además, tenemos el inconveniente de que entre los productores no hay muchos jóvenes.
R.N.A.: Uno entiende las razones por las cuales el precio de la papa ha aumentado de manera desproporcionada. ¿Pero qué tanto participa la intermediación en la formación del precio al consumidor?
G.P.: La papa tiene un problema serio de intermediación. Hemos contado 6-7 de esos agentes, que no le agregan valor al producto: el que la compra en el barbecho, el que la lleva a las plazas de mercado de los pueblos, el que la lleva de las plazas de mercado a las centrales de abasto, el que las saca de las centrales para llevarla a las tiendas y los “fruver”, etc. Tenemos que 80 mil pequeños productores de menos de una hectárea, no tienen ningún poder de negociación en las centrales de abasto. En Corabastos, por ejemplo, cinco o seis comercializadores compran las mil toneladas diarias de papa que allí ingresan (de un total de 10 mil toneladas de alimentos), y con ellos tiene que vérselas el cultivador que llega en su camioncito con 4-5 toneladas. Los comercializadores son importantes, pero su poder de negociación es muy grande frente a los pequeños cultivadores.
En estos momentos, un bulto de papa (50 kilogramos) vale más o menos $150 mil en Corabastos, lo que quiere decir que el kilogramo sale a $3 mil, pero el consumidor paga $5 mil, es decir, que estamos hablando de un 65% de intermediación.
Frente al problema de la excesiva intermediación, estamos trabajando con recursos de nuestro fondo parafiscal, para que los productores se vuelvan empresarios, se asocien y se vuelvan corporativos. Además, hemos encontrado en Agricultura por Contrato, ese exitoso programa del Ministerio de Agricultura un buen medio para ir eliminando a tanto intermediario.
R.N.A.: ¿Y cómo está el sector industrial de la papa?
G.P.: Hace unos quince o veinte años había en Colombia alrededor de veinte industrias buenas, pero últimamente esta actividad se ha ido desestimulando por las crecientes importaciones del producto. Hoy, 95% de la papa importada viene precocida y congelada, en bastones o papa a la francesa, que entra al país bajo prácticas desleales de comercio (dumping), en detrimento del cultivo y de la industria procesadora. Fedepapa representa a varias industrias que suman más o menos 65-70% de la producción nacional: McCain, Frozen, Congelagro, La Tocanita y Procesadora Soracá.
Este gobierno se la jugó y decretó medidas antidumping, pero nos parece que fueron insuficientes, pues un impuesto ad valorem de 6% para la papa precocida y congelada es supremamente bajo, y está muy lejos de lo que pedíamos: 25%. Ante esto, volvimos a solicitar la revisión de las medidas, pero aún no ha salido el resultado. Nos preocupa que se ahonde el desestímulo si las importaciones siguen creciendo. Mire, en el 2010, ingresaron 10 mil toneladas de papa precocida y congelada, pero ya el año pasado llegaron 81 mil. Lo grave de esto es que cada tonelada de dicho producto desplaza 2.5-3 toneladas de papa nacional en fresco, lo que quiere decir que esas 81 mil toneladas desplazaron de 250-300 toneladas. Eso es desastroso para nuestro sector.
R.N.A.: ¿Por todas las dificultades que enfrenta el cultivo de la papa, se observa algún desplazamiento por parte de otros cultivos?
G.P.: Sí se está viendo. El más visible es en la Sabana de Bogotá, donde la superficie dedicada a las flores ha venido creciendo. En algunos municipios de Antioquia, algunas tierras que antes se dedicaban a la papa, ahora están en cannabis medicinal, flores (hortensias) y arándanos.