Revista Nacional de Agricultura
Edición 1059 – Junio 2025

Educación, empleo y acceso a servicios siguen marcando desigualdades estructurales en la ruralidad

En el Día del Campesino, es fundamental mirar más allá de la celebración y reconocer los desafíos estructurales que siguen afectando a quienes viven y trabajan en el campo. Un reciente informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), advierte que mujeres y jóvenes rurales continúan enfrentando profundas brechas de inclusión productiva y social, pese a algunos avances en cobertura educativa y aseguramiento en salud.

En primer lugar, el documento señala que la ruralidad en Colombia representa más del 60% del territorio nacional y acoge al 31% de la población. Sin embargo, estas zonas están atravesadas por bajo crecimiento, débil gobernanza y limitada cohesión social, que afectan de forma desproporcionada a mujeres y jóvenes. Las cifras muestran que la pobreza monetaria extrema en áreas rurales es más del doble que en las ciudades, y que los hogares rurales enfrentan mayores privaciones en materia de vivienda, acceso al agua y servicios básicos.

Educación: mejoras lentas, rezagos persistentes

En términos de educación, el estudio resalta que las mujeres y jóvenes rurales han mejorado sus niveles de escolaridad en la última década. Las mujeres rurales tienen en promedio 7,1 años de escolaridad, mientras que los jóvenes alcanzan los 8,7 años. Sin embargo, aún están por debajo de sus pares urbanos: las mujeres urbanas superan a las rurales en 3,2 años de estudio y los jóvenes urbanos en 2 años.

Además, las tasas de inasistencia y rezago escolar siguen siendo más altas en zonas rurales. En 2023, el 66,1% de los jóvenes rurales no asistían a instituciones educativas, y el rezago escolar afecta al 65,1% de las mujeres rurales. El bajo logro educativo, definido como hogares con un promedio inferior a 9 años de estudio entre sus miembros adultos, alcanza al 44,9% de los hogares rurales liderados por jóvenes.

Un problema adicional es el analfabetismo. Aunque en descenso, el 9% de los adultos rurales aún no saben leer ni escribir, siendo esta una privación concentrada especialmente en personas mayores y en hogares con jefatura femenina.

Trabajo: exclusión, informalidad y desigualdad

En el ámbito laboral, las barreras para la inclusión productiva son evidentes. Las mujeres rurales son el grupo con menor participación en el mercado laboral: solo el 40,6% están activas económicamente y apenas el 35,3% tienen empleo. En el caso de los jóvenes rurales, el 52,9% participa en el mercado laboral, pero su tasa de ocupación es apenas del 46%.

Además, la informalidad es la regla. Más del 85% de mujeres y jóvenes rurales ocupados no cuentan con afiliación a pensiones ni protección social, lo que afecta su estabilidad económica a largo plazo. Esta exclusión laboral se ve agravada por una sobrecarga de trabajo no remunerado en el caso de las mujeres: dedican casi tres veces más tiempo diario a estas labores que los hombres.

Las consecuencias se reflejan en los niveles de pobreza. El 46,1% de los hogares rurales liderados por mujeres y el 42,3% de los encabezados por jóvenes viven en condición de pobreza monetaria, frente al 32,1% de los hogares con jefatura masculina.

Protección social: avances desiguales

En lo relativo a protección social, el informe destaca avances en el aseguramiento en salud. En 2023, solo el 2,9% de las mujeres rurales y el 4,2% de los jóvenes rurales no estaban afiliados al sistema, una mejora significativa en relación con años anteriores.

En vivienda, las brechas son más notorias. El 33,4% de los hogares rurales no cuenta con acceso a una fuente de agua mejorada, frente al 2% en zonas urbanas. También son altas las tasas de privación por eliminación inadecuada de excretas (hasta 25,5% en hogares rurales jóvenes) y por materiales deficientes en pisos y paredes.

Finalmente, en términos de pobreza multidimensional, el 25,1% de las mujeres rurales y el 24,4% de los jóvenes rurales se encuentran en esta condición. Aunque la brecha con las zonas urbanas ha disminuido, se mantiene significativa: solo el 8,3% de las personas en ciudades están en pobreza multidimensional. Los hogares rurales con jefatura femenina registran los peores indicadores.

Recomendaciones: avanzar hacia una sociedad del cuidado

El documento concluye que es indispensable diseñar políticas públicas diferenciadas que respondan a las realidades específicas de mujeres y jóvenes en el campo. Esto incluye fortalecer la educación rural, mejorar la infraestructura, facilitar el acceso al empleo formal y garantizar servicios de salud y vivienda adecuados.

Asimismo, se propone avanzar hacia una sociedad del cuidado que reconozca la interdependencia entre las personas, los procesos productivos y los entornos. Esto implica redistribuir las responsabilidades del cuidado, formalizar el trabajo no remunerado y promover la corresponsabilidad social e institucional.

ENLACE AL INFORME: https://www.cepal.org/es/publicaciones/81186-revision-brechas-la-inclusion-productiva-social-mujeres-jovenes-rurales-colombia