Revista Nacional de Agricultura
Edición 1012 – Marzo 2021
“Lo que hicimos en 1960 fue sembrar la semilla que ustedes hoy están aprovechando para hacer la labor magnífica que hacen en la SAC”, dice Jorge Steiner.
En 150 años pasan muchas cosas. Y ni hablar si esos 150 años transcurren en Colombia: la Guerra de los Mil Días, “el bogotazo”, el Frente Nacional, la Asamblea Nacional Constituyente, la Constitución del 91 la bomba a El Espectador, la toma del Palacio de Justicia, y el nacimiento de la SAC.
Difícil resulta reconstruir la historia de nuestra institución, cuando, por lo evidente, algunos de sus protagonistas ya no viven para contarla. Por eso, en este ejercicio de recopilar lo que ha sido la SAC, resulta invaluable para cualquier reportero poder conocer la historia, en voz de quienes la escribieron.
Y ahí estaba yo, frente al protagonista de dos historias que no pueden contarse por separado: la de Colombia y la de la SAC, en los años sesenta. Mi invitado, quien recientemente cumplió noventa años, es un hombre sencillo, de excelente sentido del humor, culto y con una gran memoria. Fue vicepresidente de la Junta Directiva de nuestra institución en 1960. Nos abrió las puertas de su casa, en la virtualidad, para hablarnos de sus recuerdos, para contarnos cómo se ha escrito la historia del gremio de gremios del sector agropecuario, institución de la cual él fue en gran parte artífice. Está es la conversación con Jorge Steiner.
P.: ¿Cómo recuerda usted a la SAC de su época?
R.: Entré a la SAC hace unos cincuenta o sesenta años. No recuerdo con claridad por quién entré, porque en mi época obligatoriamente cada departamento nombraba a una persona. Era una cuestión muy sencilla y, por supuesto, muy distinta a lo que es hoy la SAC. Nosotros éramos, quizás, un club de caballeros que nos reuníamos los martes a charlar sobre los temas que nos preocupaban en ese momento, entre los cuales estaba la diferencia del modo de vivir de quienes habitaban en el campo, frente a la forma de vivir de quienes habitaban en las ciudades. Y veíamos como algo muy delicado el hecho de que los dedicados a las actividades agrícolas o ganaderas, más de 60 o 70% de la población, no tenían representación en el Ejecutivo, ni en el Legislativo, situación que infortunadamente no es tan diferente ahora.
En la época en la que yo integré la SAC, ninguno tenía ni siquiera un centavo de sueldo, salvo el secretario general, que era de tiempo completo: Luis Carvajalino Jácome. Cuando él renunció para dedicarse a sus negocios, trajimos a Germán Valenzuela Samper, que era el director de un área de la Federación de Cafeteros. Hacíamos grupos después de la intervención de dos o tres horas los martes, y nos íbamos a comer y a seguir charlando sobre qué debíamos hacer. Hacían parte de mi grupo, Oliverio Lara, Carlos Carrasquilla, Ramírez Moreno, José Vicente Rojas y uno o dos más que no recuerdo.
En esos espacios hablábamos de todo y aprovechábamos para darle ideas al gobierno en favor de los campesinos, lo cual se nos facilitaba porque para la época teníamos asiento fijo en las juntas del Banco de la República, de los Seguros Sociales, de la Caja Agraria y de los Ferrocarriles Nacionales. También advertíamos sobre lo que podía ocurrir si no había una reforma agraria de fondo.
En 1962, ocurrió algo significativo para la SAC: empezaron brotes, no digamos socialistas, pero sí de un populismo aburridor en todas las juntas. En la Caja Agraria, en los Ferrocarriles Nacionales, se oía que se necesitaba hacer un cambio, porque no era justo que el obrero de Bogotá tuviera todas las comodidades (transporte, hospitales, educación, diversión), mientras que el pobre campesino, en un rancho, sin electricidad, sin nada, tenía que caminar cuatro horas hasta el pueblo para pedir una ambulancia. Se decía que esas diferencias iban a llevar a una revolución social.
No pudimos cambiar totalmente las cosas, pero sí empezamos a pensar que había que hacer un cambio, y en ese momento el cambio se hizo en la SAC, porque se acabó lo que llamábamos “el club”, para darle paso a la institución que hoy el país reconoce: se convirtió en un súper gremio, al cual llegaron representantes regionales y de gremios de la producción: algodoneros, floricultores, cafeteros, piscicultores. La SAC de la época logró reunir a trescientos gremios, a representar al verdadero país agrícola, y esa es la semilla que ustedes hoy están aprovechando para hacer la labor magnífica que hacen.
P.: ¿Y cómo recuerda la Colombia de esa época?
R.: Era una vida mucho más sencilla, era una época de estímulos. No tuvimos graves problemas, pero empezaba nuevamente a surgir la violencia. En esa época, no conocí a nadie con escoltas ni carro blindado. La industria y el comercio crecían muy bien. Hubo cosas muy buenas, como el Frente Nacional, que definitivamente cambio al país, que nos dio doce años de relativa paz y sin luchas políticas. Cada presidente de la República aportó mucho.
A mí me encantaba el Frente Nacional, modelo que lo empezamos veinte años atrás en la SAC, cuando Luis Guillermo Echeverry (liberal) fue presidente y yo vicepresidente (conservador), porque se alternaban la Presidencia y la Vicepresidencia salvo que hubiera reelección. En el seno de la SAC había muchas diferencias; para empezar, decían que los conservadores obligaban a ir a misa, y los liberales a tomar cerveza (risas). Había discusiones fuertes porque los jefes liberales y conservadores eran tenaces; pero todo se daba en el marco del respeto y sin dejar nunca de lado lo que nos importaba: trabajar para mejorar en muchos frentes el sector agropecuario.
P.: Algunas de las discusiones que ha abanderado la SAC de hoy tienen que ver con la propiedad de la tierra. ¿También se discutía sobre eso en esa época?
R.: Igual que ahora. En esa época, gran parte de las tierras no tenían título legítimo, como ahora. Algunas pocas, como en el Cauca, Mompox (Bolívar) y otras tres partes del país tenían títulos todavía del rey de España. Otras, en los Llanos, nunca tuvieron título, sino que figuraban como bien de la Nación. Entonces, esos títulos son los que han ido forjando lo que es la propiedad privada del país; pero hay mucha propiedad privada que fue “expropiada” por los mafiosos y por la guerrilla, y ahora viene el problema de la restitución. ¿Pero, qué hace usted, por ejemplo, si en 1920 le quitaron su tierra, se vino para Bogotá y hoy quiere regresar? ¿A quién se la reclama? Yo no tengo solución, pero sé que muchos abogados se están enriqueciendo, amparando esos pleitos. En todo caso, la discusión sigue siendo la misma porque se trata de un asunto de la mayor relevancia para el sector rural.
P.: ¿Además de las discusiones sobre la propiedad de la tierra, qué otros problemas tenía la Colombia rural de su época?
R.: Creo que malos precios de exportación y malas prácticas de cultivo, así como la falta de dinero para hacer proyectos de largo alcance. Nos faltaba también entender cuál era la vocación agrícola de cada región, para no sembrar en tierras no aptas para determinados cultivos. También estaba el problema del transporte.
P.: ¿Cómo ve a la SAC de hoy día?
R.: Hoy, la SAC sigue siendo la cúpula de todos los gremios agropecuarios, pero es muy diferente a lo que era, porque hoy tiene muchísimo poder político y económico, La SAC deber ser líder para evitar más migraciones del campo a la ciudad, buscando que se lo dote de hospitales, extensionistas agrícolas, etc. Yo les auguro lo mejor a ustedes, y siempre sentiré que la SAC es mi casa.
P.: ¿Le daría algún consejo al presidente de la SAC o a su Junta Directiva?
R.: Que sigan como van. Es muy agradable abrir el periódico y ver que las cosas que añorábamos nosotros ahora están dando los frutos que buscábamos. La SAC tiene suficiente músculo, tiene suficiente credibilidad y tiene un magnífico presidente y una Junta para proponer las cosas que se necesitan. Lo interesante es que no se pierda el hilo de lo que han hecho. Es demasiado grande lo que ustedes pueden hacer por el país, y me siento muy satisfecho de ver cómo han aprovechado la semilla que nosotros plantamos.
ENTREVISTA DE MARÍA ISABEL DÍAZ.