Revista Nacional de Agricultura
Edición 1023 – Marzo 2022
Todo parece indicar que hay grandes oportunidades para montar en esa parte del país el más avanzado centro para la producción de la fibra a gran escala.
El sector algodonero colombiano tiene los dedos cruzados para que los ensayos semicomerciales que se vienen desarrollando hace dos años en la altillanura arrojen resultados positivos y así se le pueda abrir espacio a este cultivo a gran escala en dicha región del oriente colombiano.
En el trabajo, que tiene lugar en los municipios de Puerto López y Puerto Gaitán (Meta), participan Basf y tres agroempresas: Aliar-La Fazenda, la Organización Pajonales y una colonia menonita, que se estableció en Puerto Gaitán hace unos siete años.
Lo que se busca, a partir de la adaptación de las variedades Fibermax®, es entregarles a los agricultores, materiales con los cuales hacer de la altillanura un moderno centro de producción algodonera. La idea es llegar, en una primera meta a 50 mil hectáreas en el 2025.
Al referirse al mencionado trabajo, el gerente de País de Basf Soluciones para la Agricultura en Colombia, Eduardo Cerón, dijo que el objetivo al traer estas tecnologías a Colombia es recuperar el cultivo de algodón para el país. “Queremos que el algodón sea una vez más un protagonista en la rotación rentable en sistemas de cultivos semestrales, gracias a la tecnología contenida en estas variedades, que permiten hacer un manejo más eficiente de plagas y malezas, con grandes incrementos, en productividad y calidad de fibra. Con los materiales Fibermax® la producción de fibra por hectárea en el país ha crecido más de 30% en algunas zonas”, explicó.
Dialogamos sobre el tema con el presidente de Conalgodón, César Pardo Villalba.
Revista Nacional de Agricultura: ¿Cómo observa el trabajo en la altillanura, en cabeza de Basf?
César Pardo Villalba: Las perspectivas son muy buenas. Se pronostica que el algodón que va a sembrarse en la altillanura, que es genéticamente modificado, será uno de los mejores y con mayor productividad. Mire, en algunas partes de Sucre hay costos bajos, pero con producciones de solo 700 kilogramos de algodón fibra por hectárea, que de todas formas les resultan rentables a los agricultores; en el Tolima, alcanzamos los 1.200-1.400 kilogramos, pero con inversiones de $6-7.5 millones por hectárea, y en el Valle de Cauca, se producen 1.500-1.700, pero con unos costos que se acercan a los $12 millones por hectárea. En cambio, en la altillanura se esperan 1.400 kilogramos de algodón fibra, con unos costos de parecidos a los del Tolima, pero con la ventaja de que en dicha región hay disponibilidad de tierras para sembrar algodón.
R.N.A.: Entonces, ¿cuáles son las principales ventajas que ofrece la altillanura para el cultivo del algodón?
C.P.V.: En primer lugar, aparece la disponibilidad de tierras. Uno de los problemas serios de este y otros cultivos es que se ven inmersos en una competencia por tierras, sobre todo hoy, cuando el maíz también tiene buenos precios. La segunda ventaja es la facilidad de mecanizar el cultivo para explotaciones a escala. La tercera es que se están adaptando variedades que producen mucho más de una tonelada de algodón fibra por hectárea.
En cuanto a Basf, debo decir que es la única compañía distribuidora de semilla de algodón en el país, desde cuando salió el algodón transgénico. Antes, el proveedor de semillas era Monsanto, que fue remplazado por Bayer, hasta que el negocio pasó a manos de Basf. Hoy, más de 95% de la semilla que usan los algodoneros colombianos corresponde a materiales genéticamente modificados, los cuales ofrecen mucha mayor productividad; ayudan a controlar insectos, como el gusano rosado, y son resistentes a herbicidas, lo que permite hacer un control de malezas mucho más eficiente.
R.N.A.: ¿Obstáculos al proyecto?
C.P.V.: Digamos que, en materia de infraestructura, se necesita el montaje de una desmotadora en la región para obtener algodón fibra. Pero hemos visto, por parte de los comercializadores y las comercializadoras de las textileras que compran el algodón para la Corporación Distribuidora de Algodón Nacional, Diagonal, interés en participar en esta inversión. Entonces, en la altillanura podemos tener un cultivo totalmente mecanizado –con sembradoras de precisión y recolectoras de última generación–, y el desmote en la misma zona, lo que le daría a la región una ventaja muy importante.
Yo creo que en la medida en que los pioneros del algodón empiecen a conseguir buenas rentabilidades en la altillanura, habrá más inversiones en el cultivo, como podría ser el caso de Pajonales, que cultiva maíz, soya y caucho en Puerto López y Puerto Gaitán, y que se muestra interesada en el algodón. Así mismo, ingenios radicados en la altillanura también podrían entrar al negocio del algodón. La perspectiva es que vamos a tener un algodón bastante empresarial, con extensiones grandes, muy diferente a lo que hay en la Costa Atlántica, en donde son pequeños cultivadores, que se juntan a través de una asociación.
R.N.A.: ¿Es muy costosa una desmotadora?
C.P.V.: Sí, pero se recupera en dos o tres años, por lo que finalmente no es un limitante, como sí lo es el clima, que exige tener muy en cuenta las épocas de siembra y recolección. Nosotros vamos a meterle todo el empeño para desarrollar allá el algodón, acompañados por el Fondo de Fomento Algodonero. Vamos a hacer todo lo necesario para que el algodón se establezca definitivamente en la altillanura.
R.N.A.: Pero entre las dificultades también aparece el hecho de que los suelos no son buenos, lo que exige grandes esfuerzos para corregirlos…
C.P.V.: Allá ya existen grandes superficies con suelos totalmente corregidos, gracias a un trabajo que se viene haciendo desde hace varios años por parte de empresarios del sector agropecuario. En la altillanura es necesario corregir la acidez que el aluminio le confiere a los suelos, lo que se consigue en dos o tres años, a partir de los cuales se puede entrar a producir maíz y soya, tal como se viene haciendo con muy buenos resultados. Lo que nosotros pensamos es que algunas áreas que hoy se usan para maíz y soya se utilicen para algodón, en caso de que el agricultor no quiera empezar por corregir los suelos.
R.N.A.: Por ser una zona virgen para el algodón, se supone que la altillanura ofrece ventajas sanitarias por la no presencia de plagas y enfermedades del cultivo.
C.P.V.: Sí. Aún no tenemos información, por ejemplo, sobre la plaga más limitante del algodón –el picudo–, contra la cual no existen por ahora ningún algodón genéticamente modificado.
R.N.A.: ¿Ven a las textileras invirtiendo en la altillanura?
C.P.V.: Aunque en general las hilanderías y las textileras han estado en crisis, lo que se ha reflejado en la compra del algodón (muchas decidieron importar hilo porque les sale más ventajoso), actualmente, todas están entrando en un proceso de recuperación. Así, por ejemplo, Coltejer, Fabricato y otras, están retomando la producción. Además, hay posibilidades de exportar la fibra a países cercanos. Esta realidad nos lleva a pensar que en 2022-2023 va a haber un movimiento importante, con inversiones, no solo en el cultivo, sino en la modernización de la maquinaria.
R.N.A.: En la maquinaria ustedes tienen un serio problema, por obsolescencia.
C.P.V.: Sí, y por eso le estamos pidiendo al gobierno que cree las condiciones para que se pueda modernizar el parque, o incluso para que se pueda importar maquinaria usada, pero en buen estado, sobre todo recolectoras, en vista de que el país ya no se consiguen recolectores. Aquí se puede importar maquinaria, pero ocurre que los agricultores no tienen capital de trabajo, y el crédito que ofrece Finagro para la adquisición de estos bienes comprende maquinaria con máximo siete años de uso, cuando en el mercado se consiguen recolectoras de diez años en muy buen estado.
Y por supuesto, el sector algodonero necesita inversión en desmotadoras, porque todas las que existen, tanto en el interior del país como en la Costa Atlántica, son viejas.
R.N.A.: ¿Una vez se den a conocer los resultados de las pruebas semicomerciales que está haciendo Basf, que se supone serán buenos, habrá inversión extranjera en la altillanura para producir algodón?
C.P.V.: En este sentido, venimos trabajando con una empresa estadounidense que compra algodón colombiano para exportar a distintos países, como Estados Unidos y algunos de América Latina. Ellos han hablado de atraer inversión extranjera para aumentar el cultivo en una zona de Cesar-Guajira, y sembrar en la altillanura.
R.N.A.: Con una industria algodonera moderna en la altillanura, renacería el aprovechamiento de la semilla.
C.P.V.: Ese es otro producto fundamental y complementario de la industria algodonera, que se utiliza en la fabricación de concentrados y la producción de aceite. Creo que en la medida en que vayamos aumentando la producción, entraremos nuevamente a ofrecer estas dos materias primas.
R.N.A.: ¿Y el papel de Agrosavia en la investigación sobre algodón?
C.P.V.: Se ha quedado muy atrás. Solo ha mantenido ensayos con semillas convencionales. Esperamos que esto cambie y que haya inversión en investigación para que tengamos otras alternativas en materia genética.
R.N.A.: Finalmente, ¿qué está pasando hoy con el algodón?
C.P.V.: El algodón no tiene problema en Colombia por demanda interna, pero en los últimos años no hemos sido capaces de suministrar más de 50% del algodón que consumimos. Incluso, en el 2014, cuando tuvimos 80-90 mil hectáreas, alcanzamos a ofrecer unas 30 mil toneladas. Para el 2022, se está proyectando un consumo de unas 50 mil toneladas, de las cuales vamos a producir cerca de 22 mil, lo que significa que la industria tendrá que importar 28 mil. Pero, además, no hemos podido aprovechar la demanda de algodón por parte de países como Perú, Ecuador y Guatemala.
Estamos en una época de buenos precios ($10.5 millones la tonelada), lo que nos permite proyectar cosas importantes para el periodo 2022-2025. Aprendimos algo valioso: la importancia de las coberturas de precios, instrumento que no era utilizado por los agricultores. Hoy, con los buenos precios del mercado, las coberturas no están tan caras, y el algodonero puede vender su producto a través de un contrato forward, con un algodón a unos $10.5 millones la tonelada, el cultivador perfectamente puede adquirir una cobertura por $8 millones, que le cuesta unos $160 mil, de los cuales el Fondo de Estabilización de Precios del Algodón le da un subsidio de $80 mil. En este campo, logramos que, ante la falta de liquidez de las agremiaciones de algodoneros, Diagonal adquiera las coberturas a nombre de ellas, para luego descontarles el valor al momento de la entrega del producto.