Revista Nacional de Agricultura
Edición 1003 – Mayo 2020

La pandemia ha puesto en aprietos a muchos pequeños empresarios (la mayoría mujeres) que decidieron agregarle valor al cacao.

A Liliana Jiménez Molina, gerente de una asociación de pequeños productores de cacao del municipio cundinamarques de Nilo, la desvela doblemente el qué pasará ahora con los múltiples emprendimientos del sector de la chocolatería, la mayoría de los cuales son de mujeres rurales. Si esas iniciativas desaparecen por efecto de la pandemia del covid-19, el país perdería años de valioso trabajo, asegura.

Decimos que la preocupación es doble para ella porque no solo está al frente de Productores Agroecológicos Asociados de Nilo, Proasoagro, sino que es la imagen del cacao colombiano, reconocido en el mundo entero como fino de sabor y aroma. Ella es María del Campo, quien fuera escogida para tan obligante misión entre más de seiscientas mujeres cacaocultoras de todo el país, en un concurso que organizara Fedecacao en el 2016. Liliana Jiménez, aparte de ser la Juan Valdés del cacao colombiano, es comunicadora social-periodista (Universidad Pontificia Bolivariana) y especialista en gerencia estratégica y gerencia comercial con énfasis en mercadeo y ventas (Universidad de La Sabana).

Hablando específicamente de Proasoagro, organización que está integrada por cincuenta miembros y cuya especialización es el cultivo de cacao orgánico para la elaboración de productos igualmente orgánicos de chocolatería, cuenta que esta emergencia los ha golpeado muy duro por una abrupta contracción de la demanda que hizo que se frenaran hasta 70% de los pedidos. Se quedaron así, de la noche a la mañana, con licor de cacao (chocolate puro en forma líquida), que ya tenía pedidos, mientras que varios de sus clientes también se quedaron con este derivado sin saber cuándo van a poder utilizarlo para hacer barras y otras presentaciones.

Para Proasoagro esta coyuntura es muy compleja porque no saben si vender el grano seco que les compra a los asociados, puesto que nadie tiene conocimiento de cuándo se va a reactivar la demanda de derivados. Pero si venden el grano porque no tienen suficiente músculo financiero para costear el almacenamiento, corren el riesgo de que la reactivación del mercado los sorprenda sin materia prima.

Frente a este último escenario, Liliana Jiménez dice que “la opción sería salir con nuestra marca (Biokoa), pero sin sellos de certificación de orgánico, para así poder adquirir cualquier cacao disponible en el mercado”.Proasoagro es pionera en Cundinamarca en la producción orgánica certificada bajo las normas de Colombia, Estados Unidos y la Unión Europea, lo que les permite vender grano seco, mix de cacao, licor de cacao y la línea de chocolates con la marca Biokoa (barras de chocolate). No están en grandes superficies porque no tienen volúmenes suficientes y porque su nicho son las tiendas naturistas.

“Vamos a cumplir apenas siete años, pero en términos de desarrollo nos hemos movido muy rápido, enfocados desde el principio hacia la producción orgánica certificada, lo cual nos dio mucho impulso, al punto que tenemos planta de transformación, algo que no es fácil conseguir en tan poco tiempo”, dice Liliana Jiménez, quien reconoce el apoyo recibido por parte de distintas instituciones, como el Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural, a través del programa de Alianzas Productivas; la Gobernación de Cundinamarca; la Alcaldía de Nilo, aliado incondicional, que todos los años asume los costos de la recertificación, cuya auditoría la hace la firma Kiwa-BCS (Holanda-Alemania); el gobierno de Canadá, que les dio los recursos para el montaje de la planta, y por supuesto, Fedecacao, que los acompaña con transferencia de conocimiento y les facilita la oportunidad de participar en ferias y otros eventos del cacao, como ChocoShow.

Finalmente, la gerente de Proasoagro destacó el trabajo que ha venido adelantando Fedecacao en esta coyuntura, como la campaña #elchocolatenosune, para promocionar los emprendimientos de chocolatería artesanal y de las chocolaterías localizadas en las distintas ciudades del país, y estimular el consumo de chocolate colombiano, y la virtualización de la transferencia de conocimiento, con miras a  fortalecer las organizaciones solidarias, despertar el liderazgo y empoderamiento femenino y mejorar la productividad del cultivo con el manejo integrado del mismo.