Revista Nacional de Agricultura
Edición 1020 – Noviembre 2021
“La salida a la crisis sanitaria, económica y social causada por la pandemia de covid-19 es una oportunidad para transformar el modelo de desarrollo de América Latina y el Caribe, y construir sistemas agroalimentarios que desarrollen resiliencia a riesgos futuros”.
Este es el mensaje central de la novena edición del informe Perspectivas de la Agricultura y del Desarrollo Rural en las Américas, una mirada hacia América Latina y el Caribe. El trabajo, que fue elaborado por treinta técnicos de la Cepal, la FAO y el IICA, se dio a conocer el mes pasado.
Según dicho documento, la reducción de 7% en el PIB regional que se observó en el 2020 ha sido la mayor caída de la actividad económica en ciento veinte años en América Latina y el Caribe. Esto significó que la pobreza y la pobreza extrema escalaran a niveles no vistos en los últimos doce y veinte años, respectivamente.
Frente a esta realidad, las citadas tres instituciones hacen un llamado a “reconstruir mejor”, en vista de que la región produce alimentos para más de 800 millones de personas, alberga gran parte de la biodiversidad global y provee servicios ecosistémicos irremplazables.
“Así las cosas, las acciones transformadoras de los sistemas agroalimentarios pasan por establecer una relación más armoniosa entre los seres humanos y la naturaleza y corregir las múltiples desigualdades sociales, económicas y territoriales presentes”, explica el documento, que aconseja que las transformaciones de largo plazo que haya que tomar, deberán ejecutarse junto con el proceso de recuperación inmediata. Todo esto, abordando la problemática sanitaria, económica y climática, de manera simultánea.
Se propone, entonces, entre los asuntos prioritarios de la región, acelerar la digitalización de la agricultura, la cual puede contribuir a la construcción de sistemas agroalimentarios más prósperos, sostenibles, resilientes e inclusivos en la región, durante la transición del periodo pospandemia. “La revolución tecnológica en curso brinda la posibilidad de maximizar los beneficios económicos, ambientales y sociales de la producción de alimentos. Para ello, es imprescindible un trabajo conjunto y planificado de los actores públicos y privados, que minimice los riesgos de la generación de desigualdades y exclusión”, dice el informe, que pide que la producción de alimentos y la salud, por ser esenciales, sean llevadas a “la primera línea de prioridades de financiamiento e inversión en la fase de recuperación y transformación del periodo de pospandemia”.
Según el informe, la digitalización de la agricultura en la región es incipiente, pero comienza a acelerarse y va a ser inevitable. A su aprovechamiento se interponen diversas barreras, una de las cuales es la baja conectividad en el campo: 71% de la población urbana cuenta con dichos servicios, frente a 36.8% de la rural.
Para potenciar la transformación de los sistemas agroalimentarios se propone: a) la inversión en buenas prácticas de manejo sostenible, para generar retornos positivos; b) la promoción del cooperativismo como una herramienta clave de inclusión y formalización de la producción familiar; c) el aprovechamiento de las oportunidades que tiene la región para la agregación de valor de “lo biológico” y crear nuevas oportunidades socioeconómicas en los territorios rurales.
Dice el documento que el agroalimentario ha demostrado ser más resiliente que el resto de los sectores económicos a los desafíos sanitarios, logísticos y financieros que planteó la pandemia. “De hecho, datos preliminares para dieciséis países de la región en el 2020 indican que el conjunto de las actividades de agricultura, ganadería, caza y pesca creció, o tuvo una caída menor que el PIB total, y, por otro lado, las exportaciones agroalimentarias de América Latina y el Caribe aumentaron 2.7% en el 2020 con respecto a 2019, mientras que las exportaciones totales cayeron 9.1%”.
Finalmente, se plantea cómo llevar adelante programas de fomento en un escenario de escasez de recursos fiscales como el que podría darse en los próximos años. Se señala que las actividades vinculadas a la agricultura y la alimentación deben estar preferentemente basadas en soluciones endógenas y de bajo costo, que potencien los recursos propios de los agricultores, sus familias y comunidades. La crisis es también una oportunidad para repensar la agenda de financiamiento para el desarrollo e impulsar un proceso de reconstrucción sostenible e igualitario.
Según, Manuel Otero, director general del IICA, la agricultura digital puede ayudar de manera importante a la transformación y el fortalecimiento de los sistemas agroalimentarios en su evolución hacia la sostenibilidad y la inclusión social. “No tengo dudas –agregó– de que las tecnologías digitales son una alternativa concreta para enfrentar muchos de los retos actuales: producción más alta, sostenible y resiliente; mercados más eficientes y accesibles; alimentos más seguros, nutritivos y trazables y, por supuesto, más inclusión y mejor calidad de vida para todos los actores del sector rural”.
Por su parte Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva de la CEPAL, dijo que “La pandemia ha evidenciado la centralidad de los sistemas agroalimentarios para mantener los flujos de alimentos –globales regionales y nacionales– desde nuestros campos hacia poblaciones confinadas por cuarentenas y restricciones a la movilidad. Ha hecho también evidentes nuestras vulnerabilidades”.
Y Julio Berdegué, de la FAO, asegura: “Fortalecer el multilateralismo, aprovechar mejor las oportunidades de los acuerdos comerciales y los procesos de integración regional, impulsar políticas comerciales y fortalecer los programas de promoción comercial, son algunas de las medidas que pueden potenciar el rol de América Latina y el Caribe en la alimentación global”.