Revista Nacional de Agricultura
Edición 1006 – Agosto 2020

Brasil, México y Argentina captan 90% de la inversión extranjera directa en los sectores agrícola y agroindustrial de América Latina y el Caribe.

Reproducimos a continuación apartes del informe titulado La inversión extranjera directa en América Latina y el Caribe, 2019, trabajo de la Comisión Económica para la América Latina y el Caribe, Cepal.

Una importante característica de la cadena agroalimentaria es que, entre los diferentes eslabones, el segmento agroindustrial es el que responde por el mayor grado de internacionalización. Por una parte, mientras que la producción agropecuaria primaria tiende a estar concentrada en algunas áreas geográficas, debido a las condiciones edafoclimáticas que favorecen uno u otro cultivo, las fuentes de ventajas competitivas del segmento agroindustrial son mucho más móviles. Además, las regulaciones de la propiedad de la tierra en muchos países limitan la inversión extranjera en el sector agropecuario.

En la medida en que la agricultura mundial va mejorando la calidad de sus productos y procesos como resultado de la estandarización y del mejoramiento progresivo de las regulaciones, y es capaz de entregar la materia prima a las empresas procesadoras en el momento requerido y con la debida calidad e inocuidad, las fuentes de ventaja competitiva en el sector agroalimentario se desplazan hacia otros segmentos, en los que tienden a concentrar sus actividades las empresas del sector que operan a escala mundial.

En América Latina y el Caribe, la inversión extranjera directa (IED) hacia la cadena agroalimentaria, es decir, hacia la agricultura y la agroindustria en conjunto, alcanzó los US$77.012 millones (un promedio de US$13.000 millones anuales) en 2012-2017. Este monto representa 7.9% del total de flujos de IED que recibió la región en  dicho periodo.

Inversiones concentradas en pocos países y sectores

Tanto en el primer periodo considerado en el Cuadro 1, como en el segundo, la IED de la cadena agroalimentaria en América Latina se encuentra bastante concentrada en tres países: Brasil, México y Argentina (90%). En el caso de Argentina y México, esos flujos de capitales significan un porcentaje de la IED total claramente superior al promedio de la región: en Argentina, 12.6% en 2007-2011 y 11.9% en 2012-2017, y en México 11.1% y 14.4%, respectivamente.

En países como Paraguay y Uruguay, cuya participación es bastante reducida en la IED agroalimentaria de la región, los flujos recibidos representan porcentajes aún mayores de su IED total: en el Paraguay, 38.2% y 14.5% en los dos subperiodos, y en Uruguay 25.4% y 15.5%, respectivamente. En el Brasil, que por sí solo cuenta con casi la mitad de la IED de la cadena agroalimentaria, en el primer periodo el porcentaje es claramente superior al promedio regional.

La base de datos sobre fusiones y adquisiciones de Bloomberg registra 11.122 operaciones en 2005-2018 en América Latina y el Caribe. De ellas, 876 (7.9% del total) tuvieron como objetivo empresas de la cadena agroalimentaria, por US$ 144.570 millones, lo que representa 7.8% del monto realizado en la región. Aunque estas operaciones relacionadas con la cadena se redujeron en 2012-2018 respecto de los años anteriores considerados, su peso relativo, en valor, se incrementó de 6.3% (2005-2011) a 11.2% (2012-2018), lo que confirma la relevancia que tienen las empresas agroalimentarias para la IED de la región.

En el caso de los proyectos de inversión, la importancia relativa de la cadena es menor. En la base de Financial Times, fDiMarkets, se registraron 17.400 proyectos de inversión en América Latina y el Caribe, de los cuales 901 (5.2%) corresponden al sistema agroalimentario. El valor de los proyectos anunciados en el sector agroalimentario regional alcanzó US$59.744 millones en los catorce años de la serie, con un crecimiento de 14.5% en la segunda mitad del período en comparación con la primera.

Destinos y especificidades sectoriales

La información sobre fusiones y adquisiciones y proyectos de inversión confirma que Brasil y México son los principales destinos de las inversiones en la región.

En el caso de las fusiones y adquisiciones, estos dos países concentraron 81% del valor de esas operaciones en 2005-2018. Cabe destacar que México registra un aumento significativo después del 2011, esencialmente por la compra del grupo cervecero Modelo. El tercer destino es Colombia, con cerca de 8% del valor total de las fusiones y adquisiciones en la cadena agroalimentaria.

Con relación a los proyectos de inversión, el nivel de concentración es un poco más bajo, pero es igualmente evidente el destino privilegiado de la IED en la cadena: México se ubica en primer lugar, con 38% del valor de los anuncios, y Brasil lo sigue, con 28%. También en este caso, después del 2011 se incrementa la importancia relativa de México.

Considerando a la región en su conjunto, en los gráficos 6 y 7 se muestran los subsectores agroalimentarios más relevantes en las fusiones y adquisiciones y en los proyectos de inversión hacia la región, según su participación en el valor. Aunque ambas variables tienen clasificaciones sectoriales algo distintas, los subsectores agroalimentarios más relevantes en las operaciones de fusiones y adquisiciones y en los anuncios de inversión coinciden en cierta medida, así como algunos de los cambios observados en los últimos años. De este modo, queda clara la importancia de la cerveza en la IED regional, debido tanto a fusiones y adquisiciones como a proyectos de expansión de plantas ya existentes y a nuevas inversiones. Este sector concentró aproximadamente 30% de las fusiones y adquisiciones en 2005-2018.

Otro segmento relevante en cuanto objetivo de las empresas transnacionales es el de las bebidas no alcohólicas, sector que fue responsable de 12% de las fusiones y adquisiciones, y de 16% de los proyectos de inversión en el periodo mencionado. Por su parte los agroquímicos han adquirido cierta importancia relativa, alcanzando  9% del valor de las fusiones y adquisiciones y 11% de los proyectos de inversión. En los últimos años también se observa la presencia de inversiones más directamente vinculadas al sector agropecuario en frutas y vegetales, carnes, azúcar y pesca, en detrimento de otras actividades como la producción forestal y de vinos.

Más allá de las oportunidades abiertas por el dinamismo del consumo de alimentos en países en desarrollo, un importante impulsor de la expansión de las inversiones Sur-Sur han sido las preocupaciones por la seguridad alimentaria en países importadores netos de alimentos o en aquellos que vislumbran un marcado crecimiento de la población en las próximas décadas, sin una expansión proporcional en la producción de alimentos. Es así como la última década ha sido testigo del aumento de la inversión de China, Corea del Sur y otros países de Asia Occidental, todos grandes importadores de granos, con una alta densidad demográfica en relación con las tierras cultivables. Este flujo de inversiones, motivado por razones de seguridad alimentaria, involucra no solo a empresas privadas, sino también a gobiernos, normalmente a través de agencias o empresas públicas. Esas inversiones han experimentado una tendencia al alza durante el último periodo de alza de los precios de los alimentos, en 2007-2012. Parte de la inversión se ha destinado a la compra de tierras agrícolas para la producción primaria, si bien también se han observado flujos hacia el sector agroindustrial, sobre todo a un nivel más básico de transformación y comercialización de productos básicos agrícolas.

Las principales operaciones de fusiones y adquisiciones realizadas en 2012-2018 evidencian algunos aspectos importantes asociados a las empresas transnacionales de la cadena agroalimentaria. De las 20 mayores fusiones y adquisiciones, once han sido realizadas por empresas latinoamericanas, y de ellas, siete se refieren a compras de firmas productoras de bebidas no alcohólicas. La cerveza aparece como un rubro muy relevante, pero en este caso las adquisiciones han sido realizadas por firmas de Europa y los Estados Unidos.

Entre los proyectos hay varios estrechamente vinculados al sector agropecuario: producción de cultivos, producción animal, productos del mar, granos y oleaginosas. En esos subsectores de menor procesamiento industrial es donde aparece más claramente la participación de China en la IED regional. Se trata, por lo tanto, de una estrategia distinta a la de la inversión cervecera, que se ha concentrado en aprovechar las ventajas de la cercanía de las plantas mexicanas con el mercado estadounidense y su crecimiento en los últimos años. En el caso de los productos básicos agrícolas, los proyectos han buscado asegurar la oferta de productos básicos para exportación a los países de origen de la IED y también a otros mercados, así como aprovechar los encadenamientos con el sector agropecuario regional.


La inversión china en la cadena agroalimentaria

Perú, Chile, Jamaica, Brasil, Argentina y Uruguay, aparecen como destino de capitales del gigante asiático en la región. Colombia no es mencionada.

En la inversión extranjera directa (IED) de China, la cadena agroalimentaria ha ido adquiriendo importancia por distintas razones: el crecimiento de la clase media y su mayor demanda de carnes, lácteos y vegetales importados, productos saludables; la sostenibilidad ambiental interna y la búsqueda de mejor acceso y poder de mercado a lo largo de toda la cadena.

En América Latina y el Caribe, la inversión de firmas de China se ha orientado, desde mediados de los 2000, hacia el sector pesquero del Perú, diversificándose recién en los últimos cinco años, tanto en materia de sectores productivos como de países receptores.

Las adquisiciones en el Perú fueron realizadas por la empresa China Fishery Group, del holding Pacific Andes International Holding, Paih: Procesadora del Carmen,   Grupo Alexandra, Comanche (las tres en el 2006), Pocoma, Pilar y Maru, Chimbote Sur (2007), Epesca Pisco, Pesquera Ofelia (2008), Mistral (2009), Rafmar y Consorcio Vollmatch (2011). A estas compras se suma la adquisición de Copeinca (2013), dueña de la mayor cuota de pesca de anchoveta (16.9%), adquirida por China Fishery Group al Grupo Dyer.

En Chile, las inversiones se han focalizado en el sector vitivinícola. La empresa estatal China National Cereals, Oils and Foodstuffs Corporation, Cofco (la principal compañía china del sector alimentario), adquirió (2010) parte de la viña Bisquertt, y recientemente las firmas Yantai Changyu y Yanghe tomaron participación en las viñas Bethwines y San Pedro Tarapacá. Además, Cofco se asoció (2017) con la viña Santa Rita para la distribución de vinos en China.

En Jamaica, se han hecho inversiones en la industria azucarera. La empresa china Complant adquirió (2011) tres ingenios azucareros. Este conglomerado es el mayor procesador de caña de azúcar del país y ha invertido más de US$260 millones de dólares con el fin de modernizar sus plantas industriales.

Más allá de estas operaciones, la presencia de China en la cadena agroalimentaria de América Latina está orientada a garantizar el acceso a la producción de granos (en particular soya), controlando las redes comerciales y de infraestructura logística asociadas a esos cultivos.

En el Brasil, la inversión china se dirigió a la provisión de insumos agrícolas y servicios (incluida la logística) para la producción de granos, en especial, a partir de la adquisición de las empresas Fiagril y Belagrícola (2017) por parte de Hunan Dakang International Food & Agriculture. La primera es una importante comercializadora de insumos agrícolas y fertilizantes, proveedora de asistencia técnica para la producción de soya, maíz, algodón, sorgo, porotos y arroz, así como de servicios logísticos para la exportación, además de producir biodisel. La segunda, es una de las proveedoras de insumos agrícolas y soluciones tecnológicas, además de comercializadora, más importantes del Brasil.

También se destaca la compra (2017) del negocio de semillas de maíz de Dow en el país por parte de Agricultural Industry Fund Management Co. Por último, Cofco mostró interés (2017) en profundizar su participación en la industria azucarera brasilera –en donde posee cuatro plantas, con una capacidad de procesamiento de 15 millones de toneladas anuales de caña de azúcar–, a través de la adquisición de uno de los ingenios de Renuka.

A estas operaciones se suman las compras por parte de Cofco, de Nidera (2014), una importante comercializadora de granos holandesa, y de Noble Agri Limited, procesadora y comercializadora de granos con sede en Hong Kong, que opera en  Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay en los sectores de la soya, café, caña de azúcar, biodisel y algodón. Nidera está presente en esos mismos países y cuenta con una infraestructura logística y de distribución bastante desarrollada en el complejo latinoamericano de la soya, incluidos también fertilizantes y pesticidas.

En Argentina y Uruguay, las inversiones chinas se han concentrado en la soya, la industria frigorífica y la producción de carne bovina. China también ha ganado importancia como comercializadora de productos agrícolas de la región, ya que con las adquisiciones de Noble y Nidera por parte de Cofco, la empresa se hizo con sus terminales portuarias y actualmente es el principal exportador de granos de la Argentina (segundo si también se incluyen los subproductos) y el tercero del Brasil. Además China Communications Construction Company (CCCC) firmó el acuerdo de inversión (2017) para la construcción de un nuevo puerto en San Luis de Maranhao, Brasil, cuyos principales embarques se relacionarán con productos agrícolas.

La estrategia de China en la cadena agroalimentaria de América Latina y el Caribe, independiente de la diversificación mencionada (desde azúcar hasta carnes y vinos), está marcada sobre todo por la compra de activos existentes que permitan controlar los servicios a la producción, la logística y la infraestructura de granos, en particular de soya. Es importante destacar que alrededor de 60% de las importaciones de soya de China provienen de América Latina y que, por otra parte, el país asiático posee capacidad para procesar este insumo básico. En este sentido, las transnacionales de China, en lugar de controlar directamente la producción de soya, lo que implicaría entrar en competencia directa con las cuatro grandes comercializadoras mundiales de granos alimenticios o generaría posibles conflictos locales por compras de tierras, prefieren intervenir en otros eslabones de la cadena que garanticen un cierto nivel de control en la exportación de la producción primaria hacia China.