Revista Nacional de Agricultura
Edición 1015 – Junio 2021

Hace ciento catorce años (1907), el país dio los primeros pasos para crear en el país una red telefónica rural, que comunicara la capital de la República con fincas de los municipios cundinamarqueses de Fusagasugá, Viotá y El Colegio. La idea, que surgiera de algunos miembros de la SAC, fue apoyada, inicialmente, con la creación de una junta encargada de adelantar las averiguaciones pertinentes, al frente de la cual fue designado Carlos E. Caballero.

Sin pérdida de tiempo, este asociado “pidió a Londres los datos indispensables para realizar la iniciativa prontamente”. Diez años después (1917), y luego de haber tenido que superar múltiples obstáculos, se había conseguido comunicar telefónicamente con Bogotá a diecinueve haciendas de Fusagasugá, Viotá y Anapoima, según lo registra la Revista Nacional de Agricultura, correspondiente a junio del citado año, en un artículo de Jesús del Corral, su director, por ese entonces.

La primera de dichas haciendas en contar con el novedoso servicio (1914), fue El Chocho, localizada en Fusagasugá, de propiedad de Carlos E. Caballero y su hermano Ángel María.

Tres años después, para completar la obra, los hacendados cuyos nombres ponemos al final, resolvieron en buena hora comisionar al señor don Jorge Herrera Tanco a fin de que hiciera tender líneas por la cordillera del Subia, con el objeto de comunicar, por ramales, dieciocho haciendas más, situadas en Viotá y Anapoima (15 en el primer municipio y 3 en el segundo)”, dice Jesús del Corral.

Apunta el director de esta revista, que seguramente a estos hacendados se unirán otros prontamente, con lo cual las condiciones del campo mejorarán de manera sustancial. Y aprovecha la oportunidad para formular algunas oportunas y valiosas consideraciones:

Lo conveniente que sería para el país desalojar de la mente de los gobiernos, la idea errónea de que el servicio de telégrafos debe constituir una renta pública, o al menos producir lo suficiente para cubrir los gastos que demanda. Mientras esa idea esté en acción, no será posible establecer la comunicación fácil, barata y cumplida que requiere un país para ensanchar su agricultura, su comercio y, sobre todo, la comodidad de los ciudadanos. Es ella la causa eficiente de los obstáculos que surgen para establecer redes telefónicas por cuenta de los particulares, pues el gobierno teme la competencia que ellas puedan hacerle al telégrafo.

Si por el contrario, el gobierno, en vez de temer competencias (…), se preocupa por reemplazar el telégrafo por el servicio telefónico, que es más práctico y de mayor trascendencia (reemplazo hecho lentamente, se entiende, porque la tarea, dadas las distancias enormes, exige el transcurso de muchos años), hará una obra de progreso verdaderamente trascendental. Por los mismos postes por donde va la línea telegráfica, puede ir también el alambre del teléfono (…).

Si al gobierno le fuera dable hacernos la merced de comunicar telefónicamente la capital con los pueblos principales de Cundinamarca, verbigracia, y permitiera la conexión de líneas entre las haciendas y los pueblos, por cuenta de los particulares, tendríamos que acudirían inmediatamente centenares de hacendados a hacer tender por todas partes el alambre redentor (…)”.