Revista Nacional de Agricultura
Edición 1014 – Mayo 2021
A Carlos Gustavo Cano Sanz, como presidente de la SAC, le tocó ponerle el pecho al cambio de modelo de desarrollo.
P.: ¿Cómo y cuándo llegó a la SAC? ¿A quién remplazó?
R.: Yo llegué a la SAC en 1989, después de haber estado en Fedearroz desde 1982. Y fue en esta última institución donde pude familiarizarme muy estrechamente con la SAC, de la cual fui varios años presidente de su Junta Directiva. Siempre me pareció que esta organización hacía un trabajo muy importante para el país. Además, la tradición de la SAC pertenece a la tradición democrática colombiana.
En 1989 se retira de la presidencia de la SAC mi amigo Eliseo Restrepo Londoño, ya fallecido, a quien sucedí en momentos muy complicados porque a partir de ese año se inicia todo el proceso de la apertura económica. Difíciles porque Gabriel Rosas Vega, excelente ministro de Agricultura, hizo el primer gran cambio: la supresión del Fondo Financiero Agropecuario, FFA, que manejaba el Banco de la República, para darle paso al Fondo para el Financiamiento del Sector Agropecuario, Finagro, en 1990, esto es, en el gobierno de Virgilio Barco Vargas.
Ya en la administración de César Gaviria, con un equipo económico muy comprometido (el del Consenso de Washington), se vinieron abajo instituciones que tenían funciones primordiales, como el Instituto de Mercadeo Agropecuario, Idema. Otras se transformaron, como el Instituto Colombiano Agropecuario, que se dividió en dos y nació la Corporación Colombiana de Investigación Agropecuaria, Corpoica, hoy, Agrosavia.
Aunque ese proceso fue muy duro, no estuve enfrentado a la apertura económica per se, sino a la celeridad de la misma y la forma como se hizo, a rajatabla, sin contemplar la creación de nuevas instituciones con las cuales encarar el nuevo modelo de desarrollo.
P.: ¿Frente a esto último, cuál era la propuesta de la SAC?
R.: Antes de retirarme de la institución, comenzamos a mirar qué había que hacer para mitigar los efectos nefastos de una apertura tan acelerada y tan abrupta, y fue así como llegamos a pensar en la creación de una institución que, siendo privada, supliera esa tarea. Fue en ese momento cuando comencé a acariciar la creación de la Corporación Colombia Internacional, CCI, que se materializó tiempo después, inspirada en la famosa Fundación Chile.
P.: ¿Cuándo se produjo su retiro de la SAC?
R.: Eso fue cuando el entonces senador Álvaro Uribe Vélez me invitó a que estrenara con él la nueva Constitución del 91, que convirtió al Senado en jurisdicción nacional (antes era regional), ofreciéndome ser segundo renglón de su lista. Fue una campaña muy alegre, con él en Harvard y yo recorriendo buena parte del país rural con un megáfono, oyéndolo por teléfono. Pero no salí elegido senador, y regrese a mi vida normal, dedicándome a la creación de la CCI, que en sus comienzos contó con un apoyo importante de recursos por parte del BID. Lamentablemente, los gobiernos posteriores no le brindaron ningún apoyo, contrario a lo que había sucedido con la Fundación Chile, que se creó con la misma intención, es decir, para trabajar por la modernización y reconversión del sector agropecuario. Por un buen tiempo trabajé en la CCI, y sigo perteneciendo a su Consejo Directivo.
P.: ¿Qué lección le quedó de esa fallida incursión en la política? ¿Se sintió traicionado por el votante del sector agropecuario?
R.: De ninguna manera me sentí traicionado. De lo que sí me di cuenta es que no estaba preparado para hacer campaña electoral. Además, experimenté que conseguir votos sin una financiación adecuada es imposible. Finalmente, yo le aposté, como lo hizo el doctor Uribe a lo que se llama el “voto de opinión”, pero lo hice al “voto de opinión rural”.
P.: ¿La discusión de la apertura económica produjo alguna división en la SAC?
R.: No. La institución estuvo muy unida en eso. Aunque se inició una etapa muy dura para la agricultura nacional. De hecho, los noventa fue la década perdida para el agro colombiano por, lo repito, la forma tan acelerada y abrupta como se hizo la apertura. En esa época, el área sembrada, que llegó a tener un poco más de 4 millones de hectáreas, cayó en un millón, y las importaciones de alimentos, si la memoria no me traiciona, se multiplicaron por siete. También creció enormemente el cultivo de la coca y el país entró en la horrible era del narcotráfico, que aún subsiste, y en paralelo se fortaleció la subversión, todo lo cual fue un azote muy duro para la democracia, la estabilidad social del país y su economía.
P.: ¿Cree Usted que el país ha sabido sacarle provecho a ese nuevo modelo económico?
R.: Creo que hasta ahora el país comienza a recuperarse de ese duro golpe. Pero el balance de la década de los noventa fue pésimo para el agro y el sector rural, desde todos los ángulos: productividad, competitividad, equidad, etc.
P.: ¿Qué caracterizaba el sector agropecuario de ese entonces?
R.: El sector tuvo dos décadas claramente brillantes: la de los sesenta y la de los setenta, las cuales estuvieron signadas por la llama Revolución Verde. Recordemos que en 1963, llegó al país el Centro Internacional de Agricultura Tropical, Ciat; estaba un gran investigador y ministro de Agricultura en dos ocasiones, Armando Samper Gneco; se creó el ICA, que contaba con el mejor talento humano del país, y la Fundación Fulbright fue definitiva para que muchos de los profesionales del agro alcanzaran el doctorado. Pero después de este auge comienzan a debilitarse en materia grave la investigación y la transferencia de tecnología, y ya para la década de los ochenta, estas dos áreas entran en crisis.
Cuando yo llegué a la SAC ya se veía el debilitamiento, sobre todo, en ciencia y tecnología, que son la columna vertebral de la competitividad y la sostenibilidad del agro. Pero esta situación se agravó en los noventa porque los presupuestos para ciencia y tecnología se vinieron abajo.
P.: En buena parte, todo lo que Usted ha expuesto obedece a la inexistencia de políticas de Estado.
R.: Sí. Y curiosamente, con todas las críticas que ha recibido el Frente Nacional, durante esa etapa sí hubo cierta continuidad en las políticas, así los presidentes cambiaran. Había como una inercia, como un espíritu muy constructivo. Pero ese hilo conductor se rompió, sobre todo, en ciencia y tecnología.
P.: ¿Cuáles fueron sus grandes “batallas” en la SAC?
R.: Pues, la primera gran batalla fue enfrentar la apertura; de un lado, defendiendo el trabajo rural y advirtiendo las consecuencias que podría tener su arrasamiento en materias social y política; de otro, la creación de la CCI.
P.: ¿Cómo fueron sus relaciones con los ministros de Agricultura?
R.: Cuando yo estuve en la SAC, en el Ministerio estaba María del Rosario Sintes, con quien tuve una relación muy buena, aunque hacía parte de un gobierno que subestimaba a la agricultura y la señalaba como gran beneficiaria del proteccionismo. También me tocaron Gustavo Castro y Roberto Mejía.
P.: ¿Hoy, cuál es su visión del sector agropecuario colombiano?
R.: Pienso que todavía hay un retraso muy grande en materia de ciencia y tecnología, aunque hay que reconocer la tarea que hizo Juan Lucas Restrepo en Corpoica. También debo mencionar el debilitamiento financiero del Ciat (que supervive, lo cual es una fortuna para el país) e instituciones similares, debido a que con la caída del muro de Berlín, por el colapso del comunismo, la cooperación internacional le dio la espalda al sector rural en general en el mundo. Igualmente, el sector sigue afectado por la violencia, aunque esta se ha trasladado mucho a los centros urbanos.
Ahora bien, se observan iniciativas renovadoras y refrescantes en materia de agricultura moderna, de agricultura de precisión, de agricultura basada en ciencia y tecnología, y no en la mera protección arancelaria. Y sobre todo, ha habido una conciencia nacional, todos los días más extendida, en torno a que la agricultura es fundamental, estratégica, para poder ocupar pacífica y productivamente el territorio nacional. Ya nadie discute la importancia geopolítica de la agricultura.
P.: Finalmente, un mensaje a nuestros lectores, con ocasión de los 150 años de la SAC.
R.: Mis felicitaciones porque la revista de la SAC es una de las tradiciones editoriales más importantes de nuestra historia, y la SAC se erige como una entidad que nació con un origen mucho más centralista, pero que ahora con sus gremios afiliados, se extiende por todo el territorio. Tiene un poder muy grande, pero una responsabilidad aun mayor. Me parece que los cuadros de la SAC se han adaptado siempre a los tiempos y han sabido seguir impulsando ese desarrollo, con esa mirada tan positiva que desde su creación la ha caracterizado.