Revista Nacional de Agricultura
Edición 1027 – Julio 2022

Haciéndoles frente a los cuatro embates que han golpeado al sector agropecuario en los últimos dos años: la disminución de los consumidores, producto de la pérdida de empleos derivada de la pandemia; la crisis en las cadenas de suministro; los más de 3 mil bloqueos que se registraron en Colombia durante mayo del 2021, y que, en su momento, desencadenaron en una inflación de alimentos de 5% en un solo mes, y las consecuencias que ha traído para este lado del mundo la invasión de Rusia a Ucrania, el campo colombiano ha logrado demostrar de qué está hecho; ha sacado la cara por Colombia y evidencia una vez más que es allí en donde está la oportunidad.

Aunque hechos como los mencionados han vulnerado, incluso, la seguridad alimentaria del país, con resiliencia y tenacidad, el campo ha logrado cumplir, garantizando una producción anual de alimentos que se ha mantenido alrededor de 73 millones de toneladas, y el suministro de los mismos en todo el territorio nacional.

No cabe duda, entonces, de la importancia estratégica del sector agropecuario y de la necesidad de que este sea visto y abordado en el marco de una estrategia de seguridad nacional. No cabe en duda, entonces, de que ¡Es el momento del campo! Y de que le toca el turno a la ruralidad.

Y es que el sector agropecuario, además de ser el gran garante de la seguridad alimentaria del país, es generador de 3.5 millones de empleos, que tienen una repercusión especial, porque al ser empleos rurales se convierten en motor de estabilidad, de tranquilidad, de orden y de oportunidad en el territorio.

El campo tiene también un notable desempeño exportador, con el que no solo se generan recursos para el país (US$9.400 millones en el 2021), sino que representa oportunidades laborales y el impulso a la diversificación de nuevos productos en el portafolio de ventas internacionales, que han logrado que cada vez más países del mundo pongan sus ojos en Colombia.

Pero la oportunidad no acaba ahí. Colombia tiene una frontera agropecuaria con una extensión de 39 millones de hectáreas, que bien podría considerarse como un activo aprovechable para generar más empleo y para contribuir con acciones tan necesarias en las zonas rurales, como la reducción de la pobreza y la desigualdad.

En un momento en el que el mundo entero está hablando de sostenibilidad y de la importancia de emprender acciones para mitigar los impactos del cambio climático, esta misma frontera, puede ser sinónimo de oportunidad, dada la riqueza de nuestros recursos y de nuestra biodiversidad.

Así que, por todo lo anterior, el sector agropecuario hoy está esperando su turno. El turno para que Colombia le cumpla, para que el nuevo Gobierno ponga en marcha políticas que representen un impulso en la inversión y la competitividad. El turno para que se empiece a saldar la enorme deuda del Estado con la ruralidad. El turno para que se impulse el desarrollo del campo, con la premisa de que cuanto más se invierta en él, más beneficios le retornará a Colombia, es esta una oportunidad en doble vía.

Pero para que Colombia le cumpla al campo y le permita seguir garantizando la seguridad alimentaria, la producción rentable de alimentos, el respeto y cuidado del bolsillo de los consumidores, la conquista de más mercados internacionales, la sanidad del territorio, entre otros, el sector agropecuario necesita decisión política y que el Gobierno Nacional y el Congreso de la República asuman serios compromisos presupuestales, que le permitan al sector adaptarse y estar a la vanguardia de las nuevas realidades de los mercados nacional e internacional.

El sector agropecuario hoy está a la espera de que se tomen decisiones de política pública con las que por fin lleguen al campo: vías terciarias, conectividad digital, educación, apoyo con presupuesto para los emprendimientos de las 5.8 millones de mujeres rurales, una reforma laboral que permita la dignificación del trabajador, garantizándole acceso a salud y pensión, y acabando con la informalidad de 84% que empaña al sector, una ley de tierras con la que se brinde seguridad jurídica sobre la propiedad rural y se impulse la inversión.

Las necesidades del sector agropecuario no dan espera, pero necesitan el trabajo conjunto y la decisión política y presupuestal del Gobierno, Congreso y, por supuesto, de gobernadores y alcaldes.

El desarrollo del país empieza por su campo y tal vez, como nunca antes, es esta la oportunidad para apostarle a hacer del sector agropecuario uno próspero, competitivo, rentable. Es esta la oportunidad para cumplirle, a quien incluso con el viento en contra, siempre le ha cumplido a Colombia.

Le toca el turno al campo. Le toca el turno a la ruralidad. Les tocas el turno al Gobierno y al Congreso, de apostar por un sector que siempre le devolverá con creces su compromiso con la seguridad alimentaria de todos los colombianos.

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N. del E.: Esta columna fue publicada en el diario El Espectador el 29 del presente mes de julio.