Revista Nacional de Agricultura
Edición 1021 – Diciembre 2021

El trabajo de la SAC en este siglo y medio de existencia ha sido, por decir lo menos, colosal. Han sido 150 años de un protagonismo cosido a la vida nacional. El gremio de gremios del sector agropecuario les ha cumplido al país y a las gentes del campo.

Hace ciento cincuenta años, el 15 de diciembre de 1871, entró a hacer parte de la vida nacional una organización dispuesta a responder a una de las más grandes urgencias que venía arrastrando el país de tiempo atrás. Hablamos, nada menos, que de modernizar la economía agrícola de Estados Unidos de Colombia –como nos llamábamos por ese entonces, después de ser la Confederación Granadina–, rezagada en extremo frente a los avances tecnológicos que se observaban en las últimas décadas del siglo XIX en muchas partes del mundo.

Atraso cuya causa no es difícil de hallar: la acumulación del daño, moral y económico, de años y años de guerras fratricidas, entre centralistas y federalistas, y después entre liberales y conservadores. Es que fueron cuatro guerras civiles que ocurrieron antes de la creación de la SAC, entre 1812 y 1862, y tres más después, la última de las cuales, la de los Mil Días (1899-1902), dejó devastado al país, con un enorme saldo de vidas perdidas (se dice que unas 100 mil, en un país de 4 millones de habitantes), más la destrucción del aparato productivo y la incipiente infraestructura pública, una enorme deuda externa y hasta la separación de Panamá. Así no se podía hacer agricultura, ni industria, ni nada.

Por eso, en el Acta de Instalación de la SAC quedó plasmado el objetivo de trabajar para poner al campo en los rieles del progreso. “Promover el adelanto (de la agricultura), divulgar los progresos que se hagan y los adelantos que pudieran aclimatarse en el país”, “introducir y propagar el uso de las (semillas) de otros países que mejoren las conocidas en el nuestro”, “fomentar el establecimiento de asociaciones especiales para realizar la producción en grande de ciertos productos, como la de queso en factorías, la de azúcar en fábricas comunes” y “promover el establecimiento de escuelas agrícolas”, se lee en el mencionado documento, que fue firmado por sus sesenta y cuatro fundadores.

Propósitos que comenzó a cumplir la SAC en medio de las grandes dificultades que vivían el país y su economía, a través de los esfuerzos que hacía en materia de transferencia de tecnología para agricultores y ganaderos. Para esto se valió especialmente de El Agricultor, periódico que comenzó a circular dos años después de creada la SAC, el cual estaba dedicado por entero a la difusión de lo último que en manejo de cultivos y animales había en ese momento en los países de mayor desarrollo agrícola. El Agricultor se convertiría más tarde (1906), en la Revista Nacional de Agricultura). 

Pero claro, como es natural, la SAC empezó a verse inmersa en compromisos y responsabilidades que trascendían el propósito de ayudar a la modernización de la agricultura, para comprometerse en la búsqueda de soluciones a otras realidades que afectaban al agro: la incomunicación vial, la anemia tropical, las malas condiciones de vida de las gentes del campo, las secuelas de los conflictos bélicos, la inseguridad en las zonas rurales, la falta de crédito, el costo de los insumos, los bajos rendimientos, los estragos fitozoosanitarios, la ausencia de una institucionalidad especializada, la discriminación del campo por parte de esferas oficiales, los aranceles de importación y exportación, la nula formación tecnológica, los fletes (terrestres, férreos, fluviales y marítimos), los bajos salarios y mil problemas más.

Mucho tiempo después, a partir de 1906 –y en esto nos vamos a apoyar en un editorial de Carlos Ossa Escobar, quien por 1985 estaba al frente de nuestra institución–, la gestión de la SAC giraba en torno de la industria cafetera, lo que llevó al nacimiento de la Federación Nacional de Cafeteros. Después, amplía su acción a la defensa de los intereses de los productores de otras actividades.

Ya en las década de los treinta y los cuarenta, “se sucedieron dos fenómenos que afectaron profundamente la actividad gremial. De un lado, el principio de la creciente intervención estatal en la economía, y de otro, el despegue del proceso de industrialización, hasta cierto punto basado en la protección del mismo Estado (…). El auge de la industrialización y la creciente urbanización del país, dieron preponderancia a los recientemente organizados gremios de industriales y comerciantes”.

Industrialización y urbanización que, dice Ossa Escobar, les restaron influencia e importancia a los gremios agropecuarios, en vista de que este par de fenómenos “aumentaron el peso político de las zonas urbanas y, por lo tanto, las decisiones gubernamentales debieron tomar nota de este hecho incontrastable”. Y continúa: “Pero, al tiempo, se dio una fuerte expansión de la frontera agrícola, puesto que, de un lado, había que abastecer de materias primas a la industria manufacturera, y de otro, el país necesitaba generar divisas a través de la diversificación de las exportaciones”. Esto hizo que naciera la agricultura comercial con los cultivos de arroz, algodón, caña de azúcar, sorgo, soya, cebada, banano, flores, etc., con el consecuente surgimiento de gremios especializados por producto: Federalgodón, Asocaña, Fedegan, Analac, Asocolflores, Conalgodón, Fedecacao, Fedepapa y Augura, “que se dedicaron a servir a sus afiliados, mientras que la SAC quedó a cargo de los intereses generales”.

Ante el fortalecimiento de las federaciones y el debilitamiento de la SAC –continúa Carlos Ossa–, lo que sobrevino fue un vacío en términos de representación del sector agrario en general, lo que la llevó a convertirse en una confederación de asociaciones agrícolas y ganaderas, estructura que la caracteriza en la actualidad.

La creciente complejidad de la economía nacional, la influencia cada día más importante de la planeación y el establecimiento de la concertación en torno a planes indicativos y recientemente en torno al Plan General de Desarrollo, estimularon lo modernización de la estructura gremial, tanto en el aspecto administrativo como en el técnico”, dice finalmente el citado editorial.

Llegados a los años noventa, el país y el mundo le plantean a la SAC y sus gremios afiliados muchos desafíos, el principal de los cuales resulta ser el cambio del modelo económico. En efecto, en 1990, Colombia abandona el proteccionismo para darle paso a la apertura económica, asunto que demandó de la SAC grandes esfuerzos en defensa de los intereses de aquellas actividades más expuestas a una competencia externa inequitativa.

Mucho más adelante, como consecuencia de la internacionalización de la economía, el país se ve suscribiendo acuerdos comerciales, varios de los cuales con las naciones más poderosas (Estados Unidos, Unión Europea, Canadá), lo que puso a prueba la capacidad de la SAC para construir argumentos de defensa del agro, y proponer acciones para sacarles provecho. Entre dichos esfuerzos de integración (diecisiete a la fecha), sobresale por encima de todos el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, por ser ese país nuestro principal socio comercial, el cual entró en vigor en el 2012.

Desde los noventa –años que también tuvieron como telón de fondo el accionar de la subversión armada y el crecimiento del narcotráfico, con el campo como la víctima número uno–, hasta lo corrido del siglo XXI, la SAC ha sido muy exigida por coyunturas cíclicas y por una gran diversidad de asuntos que le han demandado toda su atención. Mencionemos algunos, sin mayor orden:

Las reformas tributarias (tal vez doce en últimas dos décadas). La inseguridad en el campo. El crédito y el financiamiento. Los planes de ordenamiento territorial (POT). El despoblamiento de las zonas rurales. La deficiente red de vías terciarias. El contrabando de bienes del sector. La informalidad del trabajo en el campo. El cambio de rumbo de la política sectorial con cada nuevo gobierno. El insuficiente presupuesto para el sector agropecuario. La amenaza de la competencia desleal externa. La inseguridad jurídica de la tierra. El escaso presupuesto para ciencia, tecnología e innovación. La informalidad en las actividades del campo. La necesidad de abrir nuevos mercados a los productos agrícolas. La preservación del estatus sanitario.

Pero hay más en la lista de asuntos en los cuales la SAC ha tenido que intervenir: Las amenazas contra la parafiscalidad. Un Congreso de la República poco receptivo a las urgencias del agro y las necesidades de las gentes del campo. Las trabas a la inversión extranjera. La corrupción. Los cultivos ilícitos. Las malas condiciones de vida de las gentes del campo. El envejecimiento de la población rural. El sesgo contra la mujer rural. El poco acceso de los jóvenes del campo a la universidad, a la formación tecnológica y al crédito para actividades productivas. Las inequidades de la Comunidad Andina de Naciones, CAN. La búsqueda de nuevos mercados para los bienes agrícolas. La degradación de las aguas. El “conflicto” agro-medio ambiente. La falsificación de plaguicidas, insecticidas y fertilizantes.

Y más recientemente, la SAC y sus afiliados tienen ante sí nuevos desafíos que atender, entre los cuales podemos mencionar: La huella de carbono. La conectividad de las zonas rurales. Los biocombustibles. La economía circular. La bioeconomía. El cambio climático. Los nuevos patrones de consumo. La producción limpia. La agricultura inteligente. La responsabilidad social empresarial. El desarrollo de los acuerdos de La Habana, el retorno de la inseguridad en el campo (secuestro, extorsión, robos), la protesta social violenta, a través del bloqueo de vías.   

Así de colosal ha sido la gestión de la SAC en estos últimos 150 años. El gremio de gremios del sector agropecuario, les ha respondido al campo y al país. La historia continúa.

La primera planta directiva de la SAC

Trece personas integraron la primera planta directiva de la institución, nombrada el 15 de diciembre de hace exactamente siglo y medio. Son ellas: presidente, el general Eustorgio Salgar Moreno; vicepresidentes, Manuel Umaña, Federico Díaz, Juan de Dios Carrasquilla, Eduardo Sayer, Gabriel Reyes, José María Vargas H. Aquilino Quijano Caicedo y Carlos Vélez; tesorero, Manuel M. Pardo; secretarios, José María Quijano Otero, Carlos Michelsen U. y Salvador Camacho Roldán. 

Para averiguar

La historia de la SAC comienza con algo que a primera vista no parece lógico y que valdría la pena aclarar. Resulta que en el Consejo Directivo nombrado el mismo 15 de diciembre de 1871, aparece como primer presidente de nuestra institución nadie menos que el general Eustorgio Salgar, quien por ese entonces era el mismo presidente de los Estados Unidos de Colombia, cargo que había asumido el 1° de abril de 1870 y que entregó el 1° de abril de 1872.

Sin embargo, en otros documentos y escritos, figura como primer presidente de la SAC es el médico y hombre ciencia Juan de Dios Carrasquilla. Su nombre está en la lista de los ocho vicepresidentes que integraron el cuadro directivo con el cual la institución inició actividades, junto con Manuel Umaña, Federico Díaz, Eduardo Sayer, Gabriel Reyes, José María Vargas H. Aquilino Quijano Caicedo y Carlos Vélez.