Revista Nacional de Agricultura
Edición 1043 – Diciembre 2023

Lyli Dulcey Corzo, mujer palmicultora, María del Campo, mujer cacaocultora y María Elena Gutiérrez, mujer panelera, en conversación con Yolanda Ruiz, periodista y columnista

40 CONGRESO AGROPECUARIO NACIONAL
MUJER RURAL, REFORMAS, EXCELENCIA SANITARIA E INSTITUCIONALIDAD:
APUESTAS Y COMPROMISOS DEL SECTOR AGROPECUARIO

En un entorno en el que de los 12.5 millones de habitantes de la ruralidad, 5.8 millones son mujeres, es necesario romper los comportamientos machistas y detonar así la contribución que la mujer tiene en la productividad y rentabilidad de las actividades agropecuarias. Tres mujeres del sector de la palma, cacao y panela compartieron en el Congreso de la SAC sus experiencias y reflexiones que pueden ser fuente de inspiración para otras mujeres, así como mensajes para el Gobierno y un llamado al cambio de mentalidad de aquellos hombres que todavía se resisten a reconocer su contribución a la productividad y rentabilidad del sector.

DESTACADOS DE LOS PANELISTAS

  • Las mujeres normalmente piensan en colectivo, piensan en familia y piensan más allá, entonces si se empodera a las mujeres va a haber mayor desarrollo.
  • Las mujeres tenemos mejor administración del dinero, somos mucho más eficientes con él, le damos prioridad a la familia, a los hijos, al esposo, en que haya un balance y, sobre todo, el tema del ahorro. Somos mucho más conscientes de la necesidad de cuidar el dinero para el estudio de los hijos, para la vejez.
  • La seguridad sigue siendo un eslabón muy importante para todos los productores del país, para tener nuestra tranquilidad de estar en el campo, de ir a las fincas, de poder ir a los cultivos, de poder sacar esos productos que necesitamos sacar.
  • Involucrar a las mujeres en los procesos de investigación en campo, que es muy importante porque además las mujeres tenemos algo, y es que somos de detalle, entonces nosotras somos buenas llevando registros, tomando nota de muchos de los procesos investigativos. Entonces ahí también hay unos aportes grandes que tenemos y que hemos hecho.
  • Hay que seguir promoviendo la equidad de género y la igualdad de oportunidades para las mujeres de todas las cadenas productivas.
  • El no poder acceder al crédito, genera mucha tristeza pues sí le frena a uno las expectativas, pero cuando uno tiene algo metido en la cabeza, y uno quiere luchar y salir adelante y tiene un propósito de vida, uno busca la forma.
  • Es de paciencia, todos los cultivos son de paciencia y la esperanza puesta siempre en el cultivo.
  • En el campo es fundamental la asociatividad, es la que da fuerza para lograr objetivos mucho más grandes que cuando lo hacemos de manera individual.
  • Una niña corre y me dice “María del Campo, María del Campo, es que yo quería decirte una cosa, cuando yo sea grande, yo quiero ser María del Campo”.

La reconocida periodista Yolanda Ruiz aceptó la invitación de la Sociedad de Agricultores de Colombia para conversar con tres mujeres poderosas que hacen parte de las 5.8 millones de mujeres que habitan la ruralidad y que cada vez ocupan con mayor visibilidad su rol de productoras agropecuarias, además de la labor no remunerada de la mayoría de las mujeres que es el de cuidadoras del hogar.

Lyli Dulcey Corzo, mujer palmicultora del departamento de Santander; María del Campo, conocida con ese nombre como símbolo de la cacaocultura en Colombia, pero quien es en realidad Liliana Jiménez Molina, también productora de cacao; y María Elena Gutiérrez, mujer panelera, compartieron sus historias de vida, los desafíos que han tenido como productoras, los aportes que tienen para el sector y lo que le piden al Gobierno y a los hombres de su entorno.

Lyli, de familia ganadera en Santander, contó que para el 2012 dio el salto a cultivar palma de aceite, pero sin un crédito. “Me metí en el cuento, pegué el salto y orgullosamente hoy puedo decir que soy una mujer productora palmera, feliz con mi cultivo y me ha ido muy bien. Siento que es una oportunidad de vida el cultivo de la palma. Nos ha abierto muchas posibilidades de mejorar nuestra vida”.

María Elena, por su parte, es una de esas mujeres que está haciendo historia por y con otras mujeres en el sector. Ella hace parte de la Red de Mujeres Paneleras y vive en el municipio de Nocaima, en Cundinamarca.

“Me siento orgullosa de ser panelera. Soy hija de padres paneleros, soy pequeña productora y con mucho esfuerzo he venido mejorando. Con ayuda de Fedepanela he sido capacitada, tengo asesorías en asociatividad y también en productos orgánicos”.

A su turno, María del Campo se presentó como el símbolo de la cacocultura a nivel nacional e internacional y representante de las más de 60.000 familias cacaocultoras del país. Pero también presentó a la mujer detrás de María del Campo que es Liliana Jiménez; ella es cacaocultora y neocampesina.

“No nací en el campo, con nuestra familia tomamos la decisión hace 12 años de irnos al campo y nos decidimos por una cadena promisoria del cultivo del cacao (…) No solo a mi sino a mi familia, el cacao lo ha permeado, transformado, nos ha llenado de muchos desafíos; pero en ese momento tuve el mejor aliado que fue Fedecacao”.

Las tres hablaron de las dificultades en su labor de mujeres productoras. Lyli reiteró “la tristeza por no haber accedido al primer crédito”, pero también a la esperanza en el cultivo de la palma. “Usted tiene que estar invirtiéndole a este cultivo con la esperanza de que en algún momento empiece a producir. Todos los días son un reto, nos exige esforzarnos”.

Para María Elena, el momento más crítico que vivió por ser mujer “fue en el momento en que pedí el crédito al banco. Me tocó embargar mi finca para hacer el crédito. Me dio durísimo. Pero no todo es malo. Luché, pude pagar y ahora mejoré mi proceso panelero”.

Y para María del Campo, fue muy difícil enfrentarse a un retroceso en la asociación a la que pertenece por cuenta de la pandemia. “Encontramos algo muy maravilloso que es el mantenernos unidos como asociación y eso en el campo es fundamental (…) siempre habrá cosas que te frenan, pero la visión y el saber porqué hacemos lo que estamos haciendo (…) nos ha hecho volver a encontrar el rumbo”.

Hubo también llamados al Gobierno Nacional. Lyli habló de la seguridad en el campo. “La seguridad pienso que sigue siendo un eslabón muy importante para todos los productores del país, para tener nuestra tranquilidad de estar en el campo, de ir a las fincas, de poder ir a los cultivos, de poder sacar esos productos que necesitamos sacar. Entonces algo fundamental que necesitamos, es la seguridad”. 

Pero también cree que se necesitan más espacios como este, el Congreso de la SAC, para visibilizarse. Mostrar que “podemos ser productoras, que podemos seguir teniendo una familia y que podemos hacer muchísimas cosas si nos capacitamos, necesitamos nuestros espacios para capacitarnos. También apoyo en créditos debe ser fundamental”.

Para María del Campo es fundamental que “se invierta y promuevan programas de formación, de capacitación, de transferencia de conocimiento, de asistencia técnica con enfoque de género (…) hay que seguir promoviendo la equidad de género y la igualdad de oportunidades para las mujeres de todas las cadenas productivas”.

María Elena dijo que es importante que el Gobierno impulse los emprendimientos de las mujeres. “Que nos capaciten en tecnologías para poder emprender más e ir más a la fija. Tener apoyo financiero. Pediría asistencia técnica profesional. Yo he tenido la posibilidad de capacitarme, pero hay otras personas que no”.

También mencionaron el asunto de la conectividad, sobre todo la digital. Si no hay internet y telecomunicaciones en sus fincas, municipios y casos urbanos, hay limitación en los accesos a capacitaciones, medios de información, convocatorias, incluso a los créditos y sistemas financieros que permitan el desarrollo de sus labores.

“Andamos mal digitalmente. Es pésimo el servicio de internet. En cuanto a tecnología, falta mucho en la ruralidad”, dijo María Elena.

“En el pueblo está muy bien todo, pero salimos 10 minutos y no hay señal. Internet hace falta y considero que sí necesitamos que sigan capacitando en la digitalización (…) sino vamos a seguir relegados”, expresó Lily.

“Las mujeres cacaocultoras me decían este año que cómo hacían formularios, solicitud de créditos, trámites bancarios, si están todos en internet y no hay acceso. Eso nos generó una preocupación muy grande (…) no hay manera de pensar en una transformación productiva y una modernización del campo si definitivamente no cerramos esa brecha digital”, contó María del Campo.

Finalmente, se hicieron llamados contundentes. A otras mujeres, ellas las invitaron a que vinculen a sus familias en los procesos productivos. A los hombres, a que no tuvieran temor de ver a las mujeres liderando; en cambio, les pidieron entender el trabajo como colectivo, participativo y familiar.

El mensaje es que juntos podemos seguir construyendo el campo desde nuestras familias”, concluyó una de ellas.