Revista Nacional de Agricultura
Edición 1005 – Julio 2020
La guerra comercial entre Estados Unidos y China, una de las causas del desespero de los algodoneros colombianos.
La Confederación Colombiana del Algodón, Conalgodón, cumple este mes cuarenta años de existencia en medio de una difícil situación, derivada de la caída de los precios, la importación de hilazas y textiles y la pandemia del covid-19, todo lo cual ha llevado a una dramática reducción de las áreas de siembra. Coyuntura que se da justo y paradójicamente cuando Colombia ha alcanzado una productividad igual o comparable a la de Estados Unidos.
César Pardo Villalba, presidente de la citada organización gremial, se refiere a los males que afectan al algodón, importante para la economía de amplios sectores de la Costa Atlántica y del interior del país, y decisivo para la estabilidad sanitaria del arroz y el maíz, por ser el único cultivo de rotación viable que tienen estos dos renglones hoy en día.
Revista Nacional de Agricultura: ¿Celebración agridulce?
César Pardo Villalba: Más agria que dulce. Después del 2015, cuando terminó el Conpes Algodonero –que funcionó durante diez años y mantuvo un precio mínimo de garantía para los productores–, hemos tratado fundamentalmente de que el cultivo sea competitivo, a través de la reducción de costos, pero la situación está muy difícil.
Dicho Conpes tuvo algo muy positivo y fue que aumentamos la productividad de fibra por hectárea, que pasó de 550-600 kilogramos (promedio de las cosechas de la Costa y el interior), a un poco más de mil en la actualidad, lo que hace que nuestra productividad sea igual o comparable a la de Estados Unidos. Pero también tuvo una cosa negativa: trajo un factor inflacionario en los costos de producción, en vista de que todos los precios de los insumos se fijaban de acuerdo con el precio mínimo de garantía que establecía el gobierno nacional.
Finalizado el Conpes Algodonero, entendimos que para poder ser competitivos había que reducir los costos de producción, sentido en el cual se han hecho esfuerzos grandes. Antes, por ejemplo, los costos de producir una libra de algodón superaban el dólar, hoy han bajado a US$0.70-72, lo cual nos hace más competitivos.
R.N.A.: Pero hay más razones para agriar la celebracion de los cuarenta años.
C.P.V.: La celebración se volvió más agria porque desde el año pasado estamos viviendo una coyuntura de precios internacionales muy mala, puesto que estos bajaron de US$0.80-85 a menos de US$0.60, como consecuencia de la guerra comercial entre Estados Unidos y China. Esta confrontación hizo que el gigante asiático no absorbiera algodón estadounidense, con el consecuente aumento de los inventarios y reducción de los precios.
Y como si esto fuera poco, sobrevino la pandemia del covid-19, que nos tiene en una situación bastante complicada. Las proyecciones para los años 2020 y 2021 era tener cerca de 40 mil hectáreas sembradas, para así recuperar el vigor comercial que tenía el cultivo, pero en el 2019 y en el 2020, la superficie ocupada ha sido menor a 10 mil hectáreas.
Frente a la caída del área sembrada, lo que estamos haciendo conjuntamente con el gobierno nacional, al cual le reconocemos su interés, es un trabajo transitorio para mantener el cultivo, el cual, insisto, puede ser competitivo y rentable por sus propios medios, si seguimos avanzando en la reducción de costos, sobre todo en lo que tiene que ver con las semillas. Hoy, solo tenemos un distribuidor de semillas, lo que hace que aunque estas sean buenas, no existe competencia en precios. Frente a esto hemos venido trabajando en los últimos años con Agrosavia, que ya había logrado obtener una semilla transgénica, pero en el 2019, cuando ya estábamos listos para sacarla al mercado, se presentó un problema jurídico que impidió su comercialización. Pero seguimos trabajando para que esa semilla se pueda usar, porque no solo tiene buenas condiciones de productividad y de resistencia a plagas, sino que puede salir a mitad de precio de la que hoy se consigue.
R.N.A.: ¿Qué tanto pesan dentro de la crisis del algodón la importación de hilazas y la importación (legal e ilegal) de textiles, especialmente de China?
C.P.V.: La crisis del cultivo es un asunto de la cadena del algodón-textil-confecciones. Desafortunadamente, no hemos logrado integrar la cadena completa, sino que ademas hemos conseguido integrar al algodón y la industria textil (o hilanderías). El eslabón confecciones, no solo está suelto, sino que tiene muchas contradicciones con los dos anteriores. Lo que hemos visto en los últimos años es que la utilización de algodón fibra ha disminuido de manera dramática: de las 100 mil toneladas que la industria usaba hace unos cinco años, hoy apenas demanda 30 mil.
¿Qué ha sucedido? Que se vienen importando hilazas y textiles, lo que ha deprimido la industria textilera nacional, al punto que, por primera vez, tenemos problemas para que nos compren la cosecha del interior, a través de Diagonal, su comercializadora, con la cual siempre habíamos trabajado bajo el esquema de agricultura por contrato. Pero esa vez no se pudo, no solo por la importación de hilazas, sino porque la pandemia ha afectado su operación.
R.N.A.: ¿Qué hacer, entonces, frente a esta compleja situación por la que atraviesa el algodón en Colombia?
C.P.V.: Lo que le he dicho al gobierno es que debemos hacer una mirada de emergencia para con el sector, teniendo en cuenta que este cultivo le dio muchas satisfacciones al país y a mucha gente. El algodón fue el segundo cultivo de exportación que tuvimos después del café, fue económica y socialmente decisivo para la Costa Atlántica, somos el único país que tiene dos cosechas al año, y contamos una ventajas para que el algodón pueda seguir siendo una actividad comercial competitiva y una ayuda para los productores de arroz y maíz, como cultivo de rotación, que protege los suelos y evita la presencia de plagas y enfermedades.
Así las cosas, lo que hay que hacer en estos momentos es un esfuerzo para apoyar tanto a los cultivadores como al sector industrial, con el fin de que se pueda seguir con la cadena algodón-textiles.
R.N.A.: Muy grave que en Colombia no haya otro cultivo con el cual rotar el arroz y el maíz.
C.P.V.: Nosotros hicimos un estudio en el 2014 con el Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural, precisamente para establecer qué hacíamos con el algodón, y llegamos a la conclusión de que había otro cultivo viable.
R.N.A.: ¿Y en materia de crédito, cómo está el algodón?
C.P.V.: El algodón es el cultivo que más ha avanzado en tener instrumentos de financiación, distintos al tradicional crédito bancario. ¿Qué fue lo que sucedió? Que como por la crisis la mayoría de los algodoneros quebraron y fueron mal calificados por los bancos, nos inventamos hace cuatro años un instrumento muy importante: el “forwardalgodonero”, un contrato de venta a futuro con la industria –que se negocia en la Bolsa Mercantil de Colombia, BMC–, a través del cual se consigue una financiación segura.
Pero dicho instrumento en este momento está parado porque los inversionistas buscan mayores garantías. Es por esto que en los últimos tiempos estamos viendo cómo le damos una mayor garantía y estabilidad. Este novedoso instrumento hay que mantenerlo porque ayuda a la financiación de los costos del cultivo por fuera del crédito tradicional bancario. Incluso, creo que muchos otros cultivos van a tener que aproximarse a esta idea porque la financiación bancaria que hoy tenemos a través de Finagro está concentrada en atender cartera, comercialización, etc., pero no en actividades productivas.
R.N.A.: ¿Si llegare a desaparecer en el país el cultivo del algodón, qué perdería Colombia?
C.P.V.: Mucho, porque en estos momentos debemos estar pensando en cómo reactivar en general el campo colombiano, que no solo se debe hacer considerando la agricultura campesina, sino con cultivos empresariales, con cultivos agroindustriales, uno de los cuales es el algodón. Si se mantiene el algodón, el desarrollo agropecuario va a tener una mayor solidez, más ahora cuando se nos avecinan problemas para algunos renglones como el del arroz, que poco a poco irá perdiendo la protección arancelaria de que goza, la cual es de 60%.
Si desaparece el algodón, zonas muy importantes de la Costa Atlántica y el interior del país perderían una actividad económica que genera muchos empleos, con todo lo que eso significaría para el país.
Desde hace cinco años, repito, estábamos haciendo esfuerzos para que el cultivo no desaparezca. Íbamos despacio pero por buen camino, reduciendo costos, siendo competitivos, pero nos sorprendieron la coyuntura de precios internacionales y luego el covid-19.