Revista Nacional de Agricultura
Edición 1009 – Noviembre 2020

El director del Dane revela que la zona rural está más que proporcionalmente poblada por hombres jóvenes.

En entrevista con María Isabel Díaz, Juan Daniel Oviedo Arango habla sobre hallazgos en la población rural, el despoblamiento del campo, el empleo y los ingresos de los hombres y las mujeres rurales, entre otros temas.

Revista Nacional de Agricultura: ¿Al fin cuál es la población rural colombiana? ¿Disminuyó frente a las proyecciones de población que se tenían establecidas con base en el censo del 2005?

Juan Daniel Oviedo Arango: Cuando queremos establecer cuál es la población que se proyecta que a mediados de este año esté residiendo habitualmente en los centros poblados y en la zona rural dispersa del país, estimamos, a partir del censo de población del 2018, que aproximadamente son 12.8 millones de habitantes. Las proyecciones que tenía el Dane desde el censo del 2005, ubicadas al mismo momento, es decir, a mitad del 2020, estaban esperando tener unos 11.7 millones de mil personas.

En ese momento del país en el 2005, las situaciones de conflicto y violencia llevaron a que ese censo no tuviera presencia en todos los rincones del campo, y por eso hubo una subestimación de esa población. Pero el censo del 2018 sí recoge información de todos los rincones del campo colombiano.

R.N.A.: ¿Desde la óptica del Dane, qué significa para el país el hecho de que en el campo haya más gente de la que se esperaba?

J.D.O.A.: Estamos viendo que hay más gente que pesa menos, desde el punto de vista de su participación dentro de la estructura poblacional. El hecho de que tengamos 400 mil personas más de las que creíamos, según las proyecciones de 2005, lo que indica es que el censo del 2018 es muy útil para caracterizar desde las perspectivas social, demográfica y económica de la población rural del país, porque es un censo más incluyente y sobre todo porque está incorporada esa mayor población de jóvenes (menores de veintiocho años), que habitan el campo colombiano.

Al mismo tiempo, ese mayor valor absoluto que se ve en un menor peso relativo es el resultado de que el campo, desde su perspectiva de participación poblacional, ha empezado a concentrarse de la zona rural a los centros poblados, cosa que ya habíamos visto en la Encuesta Nacional Agropecuaria (ENA), según la cual solo una cuarta parte de las personas que estaban en las unidades productivas agropecuarias vivían en la zona rural dispersa, y que la mayoría de ellas habitaban en centros poblados o en un municipio cercano al área de trabajo, a donde se desplazaban diariamente. Al mismo tiempo, se encontró que entre el 2005 y el 2018 ha habido un proceso de urbanización, que llevó a que el campo colombiano perdiera un punto de participación dentro de toda su población.

R.N.A.: ¿En qué departamentos del país es más agudo el despoblamiento del campo?

J.D.O.A.: Ese fenómeno de urbanización o de concentración de la población es muy fuerte en departamentos como Cundinamarca, en donde la población rural pasa de ser casi 36% en el 2005 a 27% en el 2018. Le siguen Boyacá y Cesar.

R.N.A.: ¿Cómo es la distribución etaria de la población de las zonas rurales, y qué le dice o le indica esta distribución al país?

J.D.O.A.: Como el Censo de Población y Vivienda del 2018 logra ser más exhaustivo e incluyente con la población rural, revela que el campo colombiano tiene una distribución etaria que está concentrada más que proporcionalmente en población joven y en hombres. Eso lo que nos dice es que, por ejemplo, la población de menos de quince años de edad en la zona rural dispersa y en los centros poblados, que vamos a llamar el campo colombiano, es cerca de 27.5% de toda la población rural, mientras que normalmente en todo el país, cuando sumamos zona urbana y zona rural, la población de menores de quince años pesa menos de 22%.

Lo anterior quiere decir que tenemos una mayor participación de población joven que, ojalá, considere quedarse en esas regiones y no migre a la ciudad. Pero así como el campo o la ruralidad en general tiene una mayor participación de población joven, hay unos fenómenos de envejecimiento demográfico que suceden en algunas regiones del campo colombiano, como en la zona cafetera, donde la realidad es más aguda porque los jóvenes son enviados a estudiar a las ciudades o al extranjero, y no regresan a acompañar a sus padres. Así, por ejemplo, en el Eje Cafetero estamos viendo un proceso de envejecimiento de la mano de obra rural.

R.N.A.: ¿Entonces, se rompe el mito según el cual el campo se está envejeciendo?

J.D.O.A.: Exactamente, hay mucha participación de jóvenes y de hombres. El censo del 2018 nos hizo ver una foto en la que el campo está más que proporcionalmente poblado por jóvenes y por consiguiente todas las estrategias de educación pertinente, o de educación rural, de cobertura y de calidad, y al mismo tiempo de oportunidades para el trabajo de esos jóvenes en la zona rural, sin obligarlos a que se queden allá, son muy importantes para que ellos tengan opciones y no consideren que el único camino para progresar es migrar a la ciudad.

R.N.A.: ¿Cómo ha venido evolucionando en los últimos años el desempleo rural?

J.D.O.A.: Normalmente, las tasas de desempleo rural han sido siempre inferiores a las urbanas, lo que es un asunto de escalas: tenemos menos gente con probabilidad de estar en desempleo. Entre el 2010 y el 2015, vimos tasas de desempleo rural de 6-7%, las cuales cayeron a 5% en 2016-2017. Pero desde el 2017, la tasa de desempleo rural empieza a crecer, con un aumento muy importante en el 2019.

Para tenerlo claro con números: entre el 2018 y el 2019, la población ocupada se redujo en 170 mil personas, de las cuales 143 mil estaban en la zona rural. Esto significa que para el año inmediatamente anterior, el desempleo llegó a estar cercano a 7.8% en la zona rural, un crecimiento muy importante frente a esas tasas de 5% que estábamos acostumbrados a ver. Ya para el trimestre julio-septiembre del presente año, el desempleo rural era de 9.3%.

R.N.A.: ¿A qué se atribuye el desempleo en el campo? ¿La modernización de algunas actividades ya está incidiendo en el aumento del mismo?

J.D.O.A.: Lo que podemos observar a partir de las encuestas de mercado laboral con cobertura en la zona rural, es que, efectivamente, con la agregación de valor, es decir, con el Producto Interno Bruto, con el valor de las cosechas, con el valor de la mano de obra que se invierte en el campo, hay un cambio drástico en los modos de producción, pero no podemos decir que cambio de modo signifique, automáticamente, tecnificación o automatización. En el 2015, para producir $1.000 millones de valor agregado en la actividad agropecuaria se necesitaban unas setenta y cinco personas ocupadas, pero ya en el en 2018, se requerían solo sesenta y siete.

Entonces, el campo está viviendo una reconversión, tecnológica, en algunos casos, y de cambios de modos de producción, en otros, lo que lleva a que se estén produciendo bienes que no necesitan tanta mano de obra. En este punto, hay que encontrar la manera de crearles oportunidades de empleo a esas personas que pierden su ocupación por cuenta de la adopción de nuevas tecnologías en el sector.

El campo está teniendo una estructura muy robusta. En este momento, no hay evidencia de que algo esté fallando en la cadena de abastecimiento agropecuario del país. Las cosas se están haciendo muy bien y el personal que trabaja en el sector lo hace incansablemente, pero hay que crear oportunidades complementarias de empleo, porque si pasamos de setenta y cinco personas a sesenta y siete en solo cuatro años para producir el mismo valor de ganancias, todo indica que eso va a seguir sucediendo.

R.N.A.: ¿Cuáles son los departamentos con mayor desempleo rural?

J.D.O.A.: La tasa de desempleo del 2019 en la zona rural quedó cercana a 7.7%, y la nacional en 10.5%, es decir, que la rural sigue estando por debajo de la nacional, pero vemos departamentos, como el Tolima, con tasas de desempleo de 15.3%; el Quindío, de 15.2%, y Norte de Santander, de 14. 6%. Recordemos que en este último, esa “ausencia” de frontera con Venezuela ha llevado a que ingresen muchos productos agropecuarios de contrabando, lo que afecta su producción y por ende el empleo.

R.N.A.: ¿Cuál es la participación de la mujer en el empleo rural? ¿Está aumentando?

J.D.O.A.: El fenómeno es todavía más preocupante que en las ciudades. En los meses de la pandemia, la tasa de desempleo de los hombres rurales fue de 6.5%, mientras que la de las mujeres rurales llegó a 17.3%. Una brecha de desempleo de casi 11 puntos en contra de la mujer del campo, cuando el máximo que habíamos visto en todo el país es de 10 puntos. Esa brecha de casi 11 puntos del desempleo entre hombres y mujeres, lleva a que la tasa de desempleo rural en los nueve meses de pandemia sea de 9.6%, cuando en igual periodo del 2019 se situó en 6.7%. Esto quiere decir que el desempleo rural en la pandemia incrementó en 50%. Aproximadamente, por cada hombre que sale del mercado laboral rural, salen tres mujeres.

R.N.A.: ¿Y qué tan grande es la brecha de ingresos entre los trabajadores del campo y los de la ciudad?

J.D.O.A.: Es una brecha sumamente preocupante. Pensemos en un típico hogar rural de cuatro personas, en el que una o dos trabajan y cuyo ingreso va a una alcancía, que se rompe cada mes para dividirlo por partes iguales entre esas cuatro personas. Así, cada una de ellas recibe $387.518, es decir, que en ese hogar ingresan a la alcancía $1.5 millones. En cambio, en la zona urbana, un hogar de cuatro personas, percibe casi $3.6 millones. Lo que queda evidenciado, entonces, es que la brecha salarial entre la zona urbana y la zona rural es cercana a 2.5 veces.

R.N.A.: ¿Hablando de otras cosas, qué avances ha habido en el propósito de cruzar la información de la Encuesta Nacional Agropecuaria con la que manejan los gremios de la producción agropecuaria?

J.D.O.A.: El agropecuario es un sector muy potente en la producción de información, debido a que los gremios tienen unas estructuras y unas unidades de información muy importantes. Pero, además están el Dane, que desarrolla la Encuesta Nacional Agropecuaria, y el Ministerio de Agricultura, que hace las Evaluaciones Agropecuarias. Frente a esto, uno de los asuntos que discutimos en las mesas de estadísticas sectoriales es cómo armonizamos esa información.

Nuestro propósito es seguir trabajando en el marco de la Mesa de Estadísticas Agropecuarias, para lograr que pronto, esperamos que en el 2021, podamos tener unos resultados concretos y empecemos a unificar los marcos de información, para no crear confusión por la existencia de fuentes de información alternativas en el sector.

R.N.A.: Usted ha hablado de la necesidad de democratizar la información, entre ella, la de los precios, para que le pueda llegar también a los pequeños productores, incluso, a través de mensajes de texto. ¿Qué resultados arrojó el convenio piloto que el Dane suscribió con Corabastos para tal fin?

J.D.O.A.: Con Corabastos estamos en el proceso de ver cómo vamos a articular las necesidades de información, con el propósito de que haya una unidad metodológica entre la recolección de precios y abastecimiento que hace esa central y la que hace el Dane.

Estamos trabajando de la mano para articular elementos metodológicos, y hemos avanzado en una pluralización y atomización de productos de la operación estadística Sipsa (Sistema de Información de Precios y Suministros Agropecuarios) en el país, lo que nos permite publicar boletines de precios de alimentos desde las 6:30 de la mañana. Además, tenemos un gran lago de datos en la página del Dane, para calcular los microdatos que, después de las 2:00 de la tarde, pueden analizarse para todos los productos agropecuarios en materia de precios, y hemos desarrollado unos boletines en el marco de la pandemia. También, redujimos de forma significativa el tiempo de publicación del boletín de insumos agropecuarios, en casi veinte días, con lo cual estamos abonando el terreno para que con Corabastos podamos desarrollar aplicaciones de empoderamiento de los usuarios, y así puedan conocer de primera mano, bien sea por un aplicativo web o por mensajes de texto, esas dinámicas de precios que ya estamos haciendo mucho más robustas, mucho más frecuentes y con un menor rezago temporal.

R.N.A.: ¿Qué efectos ha tenido la pandemia en las zonas rurales del país?

J.D.O.A.: En la pandemia hemos visto un cambio de película. En efecto, de un campo que producía las noticias más preocupantes en materia de dinámicas de empleabilidad –recordemos que en el 2019, el mercado laboral urbano era muy pujante, movido por el comercio, la manufactura y los servicios–, se pasó a uno que logra responder de forma satisfactoria al abastecimiento de alimentos, aun en los momentos más críticos (finales de marzo y comienzos de abril), cuando los hogares acudieron a los mercados a abastecerse de arroz, papa, huevos y otros productos, preparandose para afrontar las rigurosas medidas de confinamiento.

Cuando uno mira las curvas de abastecimiento que ha tenido el país, las del 2019 y 2020, semana a semana, encuentra un abastecimiento incluso más importante este año, medido en toneladas. Eso significa que el agro ha respondido de forma satisfactoria, pero acentuando brechas existentes entre hombres y mujeres, mandando a más de ellas a la inactividad.

Por eso queremos insistir en el mensaje. Estas estadísticas lo que nos están mostrando es que la política de jóvenes rurales que está planteada en el Plan Nacional de Desarrollo se vuelve fundamental, no solo desde la perspectiva de salud y bienestar, sino de educación pertinente, para que ellos puedan encontrar unas alternativas diferentes a migrar a la ciudad.