Revista Nacional de Agricultura
Edición 1031 – Noviembre 2022
Con una producción agrícola que equivale a la que tenía en los años sesenta y setenta, Venezuela ahora se ve inmersa en el restablecimiento de las relaciones comerciales con Colombia. Habla el presidente de Fedeagro.
El sector agropecuario venezolano no está en condiciones, por lo menos en el corto plazo, de sacarle provecho a la reapertura de las relaciones comerciales con Colombia, y más bien esta puede llegar a convertirse en una amenaza para algunos de sus principales renglones, si el gobierno del vecino país no toma las providencias del caso para reducir las asimetrías existentes entre las dos agroeconomías, algo, por lo demás, complejo y demorado. La razón no es otra que el grado de postración en que ha caído esta rama de la economía, por cuenta de decisiones equivocadas y populistas que se han tomado desde cuando Hugo Chávez Frías llegó al poder en el 2002.
Para conocer el sentir de los agroproductores del hermano país frente a la reanudación del intercambio binacional, consultamos a Celso Fantinel, presidente de la Confederación de Asociaciones de Productores Agropecuarios de Venezuela, Fedeagro, la SAC de allá.
Revista Nacional de Agricultura: ¿Qué tan optimista es usted frente a la reanudación del intercambio colombo-venezolano?
Celso Fantinel: Con el intercambio en las condiciones actuales, estando vigente el Acuerdo de Alcance Parcial Aduanero No. 28, Colombia va a ser la favorecida con la exportación de alimentos hacia Venezuela, puesto que en casi 99% de los casos estos entrarían libres de arancel. Eso afectaría, de primera mano, a la industria de alimentos y al sector primario en los ingresos al productor porque entrarían a competir, no solo con el Acuerdo 28, sino con el Tratado de Libre Comercio que Colombia tiene suscrito con Estados Unidos. Las materias primas producidas en Venezuela, si se pudieran exportar sin aranceles, favorecerían a Norte de Santander con maíz (blanco y amarillo), arroz y azúcar. Actualmente, Colombia es más fuerte que nosotros en producción de café, arroz, azúcar y hortalizas y frutas.
Vemos necesario un acuerdo binacional, pero en su construcción todos los gremios deberíamos tener la oportunidad de dar nuestras opiniones. Aunque como aquí el gobierno actúa por su cuenta, estoy seguro de que no vamos a ser escuchados.
R.N.A.: ¿Entonces, ve difícil que en el mediano plazo el intercambio binacional pueda volver a los niveles de hace una década?
C.F.: El intercambio entre países hermanos y de frontera es sano si se hace en condiciones similares. Hay que ver las ventajas comparativas. Seguro que Colombia necesita más hidrocarburos que alimentos, por ejemplo.
Primero, hay que eliminar el Acuerdo Parcial No. 28, llegar acuerdos bilaterales, eliminar el contrabando de alimentos (de productos terminados y perecederos) y volver a los permisos sanitarios y de importación: Venezuela tiene normas en alimentos para países ricos, aunque nos volvimos pobres. Esto hay que modificarlo.
Por ejemplo, en arroz, la norma venezolana acepta máximo 5% de granos partidos, cuando la colombiana, lo aseguro, es más flexible. Igualmente, las margarinas y la mayonesa son de menor calidad, según lo que se consigue en frontera y de contrabando, mientras que en Colombia debe haber marcas premiun.
R.N.A.: ¿Qué necesitarían los productores agropecuarios de Venezuela para sacarle el mejor partido a las nuevas relaciones?
C.F.: Primero, que nuestro gobierno entienda que somos ahora un país pobre, pobre de verdad. De hecho, el PIB, que en el 2012 alcanzó los US$360.000 millones, actualmente es de US$60.000 millones. Somos pobres en principios, en valores, en educación, en infraestructura. Nuestro Banco Central perdió autonomía por la dolarización de facto. Actualmente, toda la banca puede otorgar unos US$600 millones en créditos, es decir, lo que en Colombia un solo banco de tamaño mediano tiene para prestar.
Para que nuestro sector pueda volver ser lo que era en el 2009, cuando producíamos 77% de los alimentos para atender el consumo nacional, se necesitaría invertir unos US$1.500 millones al año. Es que nuestras cosechas actuales equivalen a las de los años sesenta y setenta. Entonces, pediríamos, por ejemplo, en el intercambio de petróleo, gas y carbón venezolanos, insumos agropecuarios, electricidad y combustibles para zonas de frontera.
R.N.A.: ¿Las instituciones oficiales del sector agropecuario son hoy lo suficientemente sólidas y solventes para responderle desde ya a la apertura comercial?
C.F.: Honestamente, vemos muchas deficiencias, lo que nos genera dudas sobre si podemos contar con instituciones sólidas. Hablo de aduanas, policía, ejército. Seguirán las trochas y el contrabando entre ambos países.
En cuanto al Instituto de Salud Agrícola Integral, Insai, está muy, muy disminuido, al punto que muchos de sus funcionarios despachan desde sus casas. No tiene sedes oficiales, su presencia es nula en el campo y no cuenta con vehículos para operar.
R.N.A.: ¿Qué tanto puede ganar y qué tanto puede perder el sector agropecuario venezolano con el restablecimiento del comercio binacional?
C.F.: El consumo de alimentos en Venezuela es muy bajo. Dicen que hay 9 millones de habitantes en emergencia alimentaria, mientras que Colombia está mejor. Entraríamos en una guerra de competitividad, pues la gente se va por el mejor precio, como lo veo en la frontera con los productos colombianos. El presidente Petro lo dijo: hay que acabar con las mafias del contrabando en la frontera, y tiene toda la razón. Es que todo contrabando les hace mucho daño a los dos países, pues la industria formal sale de competencia, ya que el consumidor compra lo que le cueste menos, así no sea de buena calidad.
R.N.A.: ¿Cuáles son las fortalezas que hoy tiene Venezuela para beneficiarse del intercambio?
C.F.: Venezuela es un país caro, que presumía de rico por la renta petrolera. El turismo en Venezuela se pudiera beneficiar, pero ningún colombiano de bien va a invertir aquí en la construcción. Por otra parte, toda la industria venezolana tiene una capacidad ociosa de hasta de 50%, aparte de que se han cerrado muchas empresas. En cambio, creo que la industria colombiana no tiene capacidad ociosa, pero tendrá que hacer grandes inversiones para sostener un intercambio comercial importante con Venezuela y no desabastecer a su propio país. Ahí la pregunta: ¿se elevará el poder adquisitivo en Venezuela?
Como aquí no hay electricidad, buenas carreteras ni seguridad jurídica, y sí una presión fiscal muy alta, las industrias no pueden aumentar la producción. Teníamos importantes industrias del hierro y del aluminio, que exportaban a Colombia, pero hoy están paradas por falta de electricidad. Por otra parte, hay que dragar el río Orinoco para poder usarlo como canal de navegación mutuo.
R.N.A.: ¿Cuáles son productos venezolanos que podrían tener un mejor desempeño?
C.F.: Colombia es más que Venezuela en arroz, caña de azúcar, café y hortalizas. En el resto, estamos casi igual en productividad. Por la crisis, nos quedamos detrás de Colombia, que maneja muy bien los fondos parafiscales, lo que ayuda a mejorar la tecnología, a capacitar a los productores y a hacer investigación.
Colombia tiene ventajas con los sectores avícola y porcícola por el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, cuyos productos entran a Venezuela de contrabando. En cuando al sector ganadero, hay que ver si disminuye la salida de ganado venezolano. En leche, tenemos que su producción corresponde a medianos y grandes ganaderos, mientras que los pequeños hacen queso.
R.N.A.: ¿Qué importa y qué exporta Venezuela?
C.F.: Dicen algunos expertos (el Banco Central de Venezuela no da cifras oficiales), que las importaciones de materias primas, como maíz, arroz, azúcar, soya, grasa de soya y trigo, alcanzan los US$1.500 millones. Luego, están los productos terminados, que no pagan IVA ni y aranceles, solo una tasa de puerto: los puerta-puerta, que llegan de Miami sin control y que son de carácter humanitario o familiar. Se traen contenedores completos con alimentos de todo tipo, concentrados para animales, aceites para vehículos y cauchos, entre otros. A Venezuela llegan uno o dos barcos de poco calado por semana con estas mercancías.
Pero las importaciones también se ven afectadas por el bajo consumo, algo que deben tomar en consideración por los empresarios colombianos.
¿Qué exportamos? Algo de café, cacao, aguacate y mango. Lo más relevante del sector es la exportación, al mercado asiático, de fríjol esmeralda chino, unas 80 mil toneladas en el 2022, y unas 8 mil de ajonjolí. También exportamos camarones.
R.N.A.: ¿Concretamente, qué productos agropecuarios y agroindustriales le podría vender hoy Venezuela a Colombia?
C.F.: Ninguno porque tenemos un déficit de 55%. En cereales, por su ciclo corto y siempre y cuando tuviéramos financiación, pudiéramos exportar maíz, amarillo y blanco, a Norte de Santander y otros puntos de la frontera, pero tenemos el problema de las carreteras.
R.N.A.: ¿Cómo describiría el estado del sector agropecuario venezolano?
C.F.: Es un sector muy abandonado en infraestructura de todo tipo, educación, agua potable, electricidad, transporte público, seguridad pública. En el campo, la pobreza afecta a más de 60% de la población.
Hay unidades de producción que por cuenta de la hiperinflación y la falta de financiación, perdieron su capacidad productiva. Antes, Venezuela cultivaba 2.3 millones de hectáreas; hoy, solo llega a 1.4 millones.
R.N.A.: ¿En materia de costos de producción y de rentabilidad, cómo está el campo venezolano?
C.F.: Por supuesto que al pasar por cuatro años de hiperinflación, nuestros costos son superiores a los de los productores colombianos. Lo veo sobre todo en maíz, arroz y papa.
R.N.A.: ¿Hay crédito? ¿Es costoso?
C.F.: Este año, la banca erogó unos US$220.000 millones, casi todos para el maíz y el arroz, porque para este gobierno los demás rubros no existen. El crédito es costoso porque un porcentaje es indexado y la inflación anual llega a 160%.
R.N.A.: ¿Cómo era el sector antes de que llegara Hugo Chávez al poder y cómo es hoy?
C.F.: Antes del 2000, había un Ministerio de Agricultura al servicio de los productores; la petroquímica producía e importaba fertilizantes en volúmenes suficientes; teníamos investigación y créditos, por lo que desde los gremios organizados pretendíamos alcanzar la soberanía alimentaria para el 2010. Esa era la meta, pero hoy, con el consumo actual, abastecemos en promedio 45% de las necesidades.
R.N.A.: ¿Cuántos años puede tomar la recuperación del sector?
C.F.: Sin inversión del sector público y sin la financiación de la banca privada, más un rezago tecnológico de más de treinta años, no puedo dar una fecha. Muchos productores se siguen quebrando y abandonando el campo.
Ahora bien, como lo indiqué, con inversiones anuales de unos US$1.500 millones durante unos cinco años seguidos, más algo de protección arancelaria, con medidas para elevar el consumo, la adecuación de puertos y aeropuertos para exportar, puedo asegurar que solo estaríamos importando trigo y algo de oleaginosas. Pero también hay que pensar en el cambio climático.