Lo que cuesta no invertir en
reforestación

Jhon Spears, Asesor Forestal del Banco Mundial, escribió en 1985 para la 12a Conferencia del Commonwealth en Victoria. B.C. Canadá, el documento intitulado «Deforestation issues in developing countries: the case for an accelerated investment programme», del cual tomamos el siguiente aparte, porque luego de más de 30 años de su publicación sigue teniendo hoy plena pertinencia en cuanto al desinterés de los Estados y las sociedades en general por un tema de gran importancia para la viabilidad misma de la humanidad y el medio ambiente.

“En los dos últimos decenios, la mayoría de los gobiernos y organismos de ayuda se han preocupado tanto por la enorme tarea de tratar de alimentar a la creciente población del Tercer Mundo, que más del 95% de las inversiones agrícolas de todos los organismos de ayuda se han destinado a proyectos que tienen como objetivo básico la producción alimentaria a corto plazo. Invariablemente, las inversiones en los sectores de la agricultura, la enseñanza, la nutrición humana, la salud y otras materias análogas han dado preferencia a la necesidad de proteger los recursos básicos naturales y de tierras de los cuales dependerá en definitiva la supervivencia de la humanidad. Por ejemplo, las inversiones de los bancos de desarrollo en la conservación de bosques durante el último decenio fueron menos del 1 % de sus inversiones totales.

La falta de suficientes inversiones por parte de los gobiernos nacionales y la comunidad internacional para la conservación de los bosques, la rehabilitación de cuencas, la lucha contra la desertificación, la protección de suelos, la lucha contra la erosión y otras medidas de protección ambiental ha entrañado un elevadísimo costo económico y social.

Parte de la disminución de la productividad agrícola, la escasez de alimentos, los sufrimientos humanos y los daños al medio ambiente a que hacen frente hoy en día los países en desarrollo podría haberse evitado mediante un mayor empano político en el pasado en hacer inversiones para la condenación de los recursos naturales.

Cabe citar lo indicado en un informe reciente de la Comisión Mundial del Medio Ambiente:

Los programas a largo plazo que habrían contribuido a resolver los problemas básicos han sido objeto de un apoyo relativamente reducido. Por ejemplo, los gobiernos donantes y beneficiarios por igual hicieron en general caso omiso del programa de lucha contra la desertificación aprobado por las Naciones Unidas en 1977. Es interesante observar que se estimaba que ese programa costaría 4 500 millones de dólares EE. UU. anuales hasta el año 2000 en todo el mundo. Un desglose de esta cifra pone de manifiesto que el costo estimado para Etiopía era de 50 millones de dólares EE. UU. anuales hasta el año 2000. Sin embargo, no se pudieron encontrar ni la voluntad política ni los fondos necesarios para ejecutar este programa. Ocho años más tarde, frente a un drama humano sin precedentes, la comunidad mundial ha tenido que encontrar hasta la fecha una cantidad estimada en 400 millones de dólares para las medidas destinadas a hacer frente a la crisis en el caso de Etiopía sola e indudablemente la cifra superará los 500 millones de dólares antes de la siguiente cosecha. La cantidad será aún mayor si se registra nuevamente una mala cosecha. Las cifras de lo que cuestan las medidas preventivas son casi siempre persuasivas, tenemos que idear de alguna manera una política de prevención comparable a la política para hacer frente a las crisis.

John Spears”

Hoy cuando los recursos para los Bonos de Carbono son pocos, la producción de comida para alimentar una enorme población mundial constituye un gran reto
internacional y, cuando el bien transable más apetecido del presente y más importante del futuro, como es el agua, escasea, la necesidad de volver los ojos
hacia y retomar la reforestación como objetivo mundial de conservación del medio ambiente resulta inaplazable.

Apreciado lector: escríbanos, su opinión es muy importante para nosotros.
Alejandro Vélez – avelez@sac.org.co